jueves, 6 de octubre de 2016

AQUEL DOCE DE OCTUBRE




Hace poco, contemplando un puñado de fotografías de la procesión extraordinaria del Señor de la Salud con motivo del centenario del establecimiento de la cofradía en San Román, recordé que entre los muchos papeles de mi padre había unas anotaciones al respecto, una especie de borrador en el que esbozaba una serie de datos para desarrollar posteriormente de forma más detallada. Quizás eran unos apuntes para aquellas memorias sobre sus años en la hermandad que proyectaba escribir cuando dejara de ocupar cargos en juntas de gobierno, pero que nunca consiguió redactar. Después de todo murió al pié del cañón, en el cargo de mayordomo, después de haber sido durante casi tres décadas secretario de la corporación.

La verdad es que leyendo esas anotaciones inconclusas he vuelto a revivir aquel día desde otra perspectiva. Yo era entonces un chaval de dieciséis años que acompañó a su Cristo sumergido en aquella marea humana. Sin cirio, porque sólo hubo cincuenta cirios para los hermanos más antiguos, pero a pesar de la libertad con que pude moverme aquel día arriba y abajo con mis primos, muchos fueron los detalles que se me escaparon, o lo mismo es que mi memoria comienza ya a flaquear.

Para culminar las celebraciones del centenario en San Román, que había comenzado cuando se cumplía efectivamente la efeméride, en noviembre de 1980, con la colocación de un azulejo conmemorativo junto a la puerta de nuestra capilla, ya entrados en 1981 y con una recién estrenada junta de gobierno se comenzó a considerar la oportunidad o no de realizar una procesión hasta la parroquia de San Nicolás, idea que se desechó para sustituirla finalmente por una hasta la Santa Iglesia Catedral, para celebrar allí misa pontifical en acción de gracias. Pensando también que en noviembre había más posibilidades de lluvia, se adelantó a octubre, al lunes día 12, festividad de la Virgen del Pilar.

Apuntan las anotaciones como se dio la oportunidad a los jóvenes hermanos de integrarse en la cuadrilla de profesionales que tenía que sacar al Señor, con lo que, dejando aparte mudás y desarmás, aquella salida procesional fue el antecedente más serio de la posterior creación de las cuadrillas de hermanos costaleros de nuestra corporación.





El paso se puso en la calle a las tres de la tarde. No cuenta mi padre en esas notas ni en las actas oficiales, y es algo que siempre me ha intrigado, porque iba el Señor sin potencias, la única vez que yo sepa en todas sus salidas procesionales. Desde un balcón de la calle Peñuelas Jesús Martín Cartaya tomó una foto histórica, en la que se ve a nuestro Titular saliendo del templo entre una abigarrada multitud, y delante del paso capataces de leyenda: El Kiki, Luque, Manolo Santiago junto a la manigueta. A la derecha se observa a un chaval portando el banderín de la Banda de Cornetas y Tambores Virgen de las Angustias, a cuyo cargo estuvo el acompañamiento musical. El Señor aparece con la postura más inclinada y la zancada más abierta que le puso en su primera restauración Álvarez Duarte. Fue la última vez que procesionó así. Un mes antes se había celebrado un cabildo general extraordinario en el que se había acordado una nueva restauración que le devolviera su postura original.




Hace en sus apuntes mi padre hincapié en el calor de ese día, que califica de "agobiante", y como la muchedumbre de sevillanos que se agolpaba por Peñuelas y Bustos Tavera para ver pasar al Señor de la Salud impedía el cumplimiento de los horarios previstos, comenzando sólo a recuperarse tiempo en las anchuras de las calles Imagen, Laraña y Martín Villa. Al llegar a la plaza de San Francisco se encontraron como, a pesar del oficio remitido, el Ayuntamiento no había retirado los macetones que impedían el paso, cosa que solventaron los propios hermanos.



La comitiva entró a la hora acordada a la Catedral por la Puerta de San Miguel, situándose el paso en el trascoro, donde celebraría el pontifical Su Eminencia Reverendísima el Cardenal D. José María Bueno Monreal, auxiliado por el Director Espiritual de la Hermandad y Párroco de San Román D. José Mª Ballesteros Bornes, y el Delegado Episcopal ante el Consejo de Cofradías D. Camilo Olivares Gutiérrez.
 



Terminado el acto, a las ocho de la tarde, asomaba el Señor de la Salud por la Puerta de los Palos, con repique de campanas de la Giralda, "ante una Plaza de la Virgen de los Reyes totalmente abarrotada de público, más incluso que la mañana del Viernes Santo". Momentos antes, Joselón Ortega había tomado otra foto histórica. El mayordomo Joaquín Ponce Díaz ha cedido su vara a Guillermo Cantalapiedra, viejo ex-mayordomo que tanto luchara por la hermandad en tiempos más duros, y que a pesar de sus muchos años no ha querido faltar al acto.





Lamentan las notas la ausencia de la autoridades locales en el andén del Ayuntamiento. "Hoy los políticos sólo se acercan al pueblo y sus tradiciones en época de elecciones". Calle Tetuán, viejo itinerario de la cofradía, y al llegar a la Campana "como en la mañana del Viernes Santo, el Señor da la vuelta de forma solemne... el público aplaude a rabiar".

Como se había previsto en un cabildo de oficiales celebrado justo el día anterior con carácter de urgencia, al llegar a la Encarnación, en la esquina de la juguetería de Cuervas, el paso rodea el solar del derribado mercado por su lado norte. Se trata de dar tiempo para que pase la Hermandad de la Virgen del Pilar de la parroquia de San Pedro que está también ese día en la calle, porque hay que tirar por Alcázares en dirección a la calle Feria. Ese mismo cabildo extraordinario del día anterior había decidido que el Señor de la Salud no podía faltarle a un hermano gravemente enfermo que lo esperaba con ansiedad, D. Manuel Carrera Anglada. 

En San Juan de la Palma una representación de la Hermandad de la Amargura espera con estandarte, varas y un ramo de flores. "La puerta del templo totalmente abierta y el altar mayor como un ascua de luz, resaltando en el centro la bellísima imagen de Nuestra Señora de la Amargura". En Sevilla ya es un secreto a voces a donde se encamina el Cristo de los Gitanos, "y andando, andando, llegamos a la Plaza de Montensión..."

En un balcón de la antigua Plaza de los Carros, casi sin poder moverse por sus padecimientos, un hombre aguarda al Señor de la Salud. Sabe que pronto estará con Él, pero quiere su consuelo antes de morir. Y allí está el Señor, plantado en la plaza, sobre el paso que D. Manuel le ha regalado hace sólo un par de años, y con la cruz de todos nuestros sufrimientos a cuestas. Algunos miembros de la junta suben a saludar y confortar al hermano enfermo, y con ellos Manuel Mairena. En la plaza se ha hecho un silencio que sólo rompe el metal de la garganta del cantaor, que borda en esa noche de octubre una saeta alusiva al momento:

"Pare mío de la Salud
Que grande es ser de ti
Que grande es poder amarte
Y que grande es poder vivir
Pa tenerte yo que cantarte
Aunque me tenga que morir
Pare mío de la Salud
Que grande es ser de ti,
Que grande es poder cantarte"



"Silencio, llantos, aplausos". Parece que mi padre se quedó sin palabras para describir lo que se vivió en aquella plaza. Yo, que estuve allí siendo sólo un adolescente, aún tengo menos. La procesión toma por Almirante Espinosa. Otra fotografía nos muestra al Señor pasando por allí. En el balcón de una vieja casa hoy derribada, dos ancianas al cuidado de dos Hermanitas de la Cruz contemplan al Rey de Reyes. También para ellas Él ha pasado, como pasa para todos.




Calle Castellar, Plaza de San Marcos, Socorro, y a las dos menos diez de la mañana el Señor entra en San Román. El paso se coloca en el centro del templo, delante del altar mayor, y D. Rafael Valero Montes, coadjutor, dirige el rezo de un padrenuestro en acción de gracias y por los hermanos difuntos.

Así fue aquel doce de octubre que quedó para siempre en el recuerdo de quienes lo vivimos. D. Manuel Carrera falleció al mes siguiente, y se presentaría ante San Pedro con la mejor de las credenciales: El Señor de la Salud había ido a visitarle.







jueves, 1 de septiembre de 2016

LA PROCESIÓN DEL DÍA DE LA NATIVIDAD EN LOS AÑOS CINCUENTA

Llega septiembre y, un año más, la Hermandad se reúne a los pies de nuestra Bendita Madre el día que la Iglesia conmemora su natividad, en una solemne función que es para los más jóvenes hermanos feliz ocasión de reencuentro y para los que somos más viejos casi un ejercicio de nostalgia. Es en estos días grandes cuando más se echa de menos a los que ya faltan.

Aprovechando las fechas he pensado traer al blog un artículo que se públicó en el Boletín de la Cofradías en 1963, el año en que la Virgen dejó de procesionar por las calles del barrio como culminación al triduo que entonces se le dedicaba en este mes.

Fue en 1955(*), a propuesta del entonces joven prioste Juan Miguel Ortega Ezpeleta, cuando se acuerda celebrar en estas fechas un triduo a la Santísima Virgen de las Angustias que finalizara en una procesión en andas con rezo del Santo Rosario, pero lo que iba a ser una sencilla salida se acabó convirtiendo en una procesión de gloria en toda regla, con costaleros y banda de música incluida. Unos años tocó la de Educación y Descanso, que después se convertiría en la de la Cruz Roja, e incluso una vez se contrató a la Banda del Maestro Tejera. Por lo que se deduce de la lectura de los libros de contaduría no se reparaba en gastos: se colocaban banderas y gallardetes por las calles del barrio e incluso en 1955 aparece anotada una partida para cohetería. Paso y manto vinieron en 1958 desde Triana, según figura en la factura de un porte realizado. El manto era el de Madre de Dios del Rosario, patrona de capataces y costaleros. El pasito lo cedía D. Manuel Jaramillo García, hermano de la Sacramental de Santa Ana, por lo que es probable que fuera uno de los que se utilizaban en el Corpus Chico del viejo arrabal y guarda. Se utilizaban para iluminarlo los candelabros de guardabrisa del antiguo paso del Señor. El itinerario era Plaza de San Román, Enladrillada, Santa Paula, Plaza de Santa Isabel, Plaza de San Marcos, Bustos Tavera, Peñuelas, de nuevo San Román, Matahacas, Osario, Jáuregui, Plaza Ponce de León, Los Terceros y Sol.

Cuando en 1958 la autoridad eclesiástica aprobó las nuevas reglas, tanto triduo como procesión pasaron al articulo séptimo del capítulo II, que decía: "En el mes de Septiembre y para solemnizar la festividad de la Natividad de la Santísima Virgen María, día éste dedicado a Nuestra Amantísima Titular, la Santísima Virgen de las Angustias, se celebrará en su honor un Triduo que terminará con Misa de Comunión General y Función Solemne, así como un Santo Rosario público por las calles de la feligresía, con acompañamiento de la Santísima Virgen, haciéndose estación en el Monasterio de las Madres Jerónimas sito en Santa Paula, como es ya tradicional".


Así, con estación obligatoria ante el monasterio de Santa Paula, se efectuó esta veraniega salida procesional hasta 1963, año que se acordó no realizarla por obras en la parroquia. El artículo que hoy traemos, publicado en el Boletín de las Cofradías con la firma anónima de "Un devoto", decía así:


Pero a pesar de lo que pronosticaba el artículo, en los años siguientes el Santo Rosario por las calles de la feligresía se sustituyó por una sencilla procesión en andas por las naves del templo, y después, cuando se aprobaron las reglas en vigor, se cambió también el triduo por una función. Con la llegada a nuestro Santuario, y puesto que la estructura de éste hacía imposible una procesión por el interior, la Virgen de las Angustias volvía a pisar la calle cada ocho de septiembre, pero ni siquiera en 2012, que se trasladó a San Román para solemnizar el 75 aniversario de su hechura, las monjitas de clausura de Santa Paula volvieron a tener la oportunidad de verla.


* Acta nº 18 de la reunión de la Junta Gestora celebrada el 26 de agosto de 1955, con asistencia de los gestores José María Loreto Lázaro, José Lérida Vargas, Joaquín Cordero Bernal, José Periáñez Rembado, Juan Miguel Ortega Ezpeleta, Guillermo Cantalapiedra García, Javier Lérida Vargas, Francisco Antúnez Garrido, José Manzano Pérez, José Manzano Camacho, Manuel Lérida García y José García González.

viernes, 5 de agosto de 2016

UN CABILDO MUY DISCUTIDO



Comentábamos hace unos meses el papel que jugó en la reorganización de la Hermandad tras la guerra de la independencia el herrero trianero Martín Serrano, y hoy, en este caluroso agosto, recordaremos el que desempeñó el que fue en cierto modo su antagonista, el hermano Josef de Leria, que en fechas como estas entabló un largo pleito que se conserva entre los legajos del archivo del Arzobispado, y del que ofrece también testimonio el anexo a las reglas de 1818.

En aquella entrada del blog dejábamos a Martín Serrano solicitando a la Audiencia, en un escrito fechado el 29 de julio de 1815, y que firmaban con él Lope Navarro y Juan de Flores, que concediera permiso para la celebración de un cabildo, pues según expresaban, “deseando ver realizada la aprobación de su regla, no pueden hacer gestión alguna, porque los oficiales que había no existen, por haber fallecido, y como tampoco pueden celebrar Cabildo de elecciones, se encuentran en la necesidad de ocurrir a V.E. para que se verifique...”. 

Aprobada esta iniciativa por providencia de 31 de Julio de 1815, se celebró la reunión cinco días después en el Convento del Pópulo, bajo la presidencia de un Teniente de Asistente y del Prior del convento, y con la concurrencia de los hermanos Juan Serrano, Alonso Lavado, Martín Serrano, José Heredia, Manuel Fernández, Lope Navarro, Miguel de Vargas, Juan de Flores, José Serrano, Juan Miguel Rodríguez y Juan Bermúdez. Se procedió en primer lugar a la elección de la Junta de Gobierno, resultando elegido como Primer Alcalde Martín Serrano, como Segundo Alcalde Miguel de Vargas, Mayordomo Lope Navarro, Secretario Juan Miguel Rodríguez, Fiscal Primero Juan de Flores, y Segundo Juan Bermúdez, quedando sin nombrar los ocho Diputados preceptivos por carecer la Hermandad del suficiente número de hermanos para ello. Efectuadas las votaciones, se facultó a los oficiales nombrados a practicar las diligencias necesarias para la aprobación de nuevas reglas.

Antes de que pudieran empezar a realizar las gestiones para ello, se encontrarían con una desagradable sorpresa, la impugnación del cabildo. En efecto, el 14 de Agosto se presentaba ante la Justicia un número de hermanos, entre los que destacaban Juan y Pedro García, Josef de Leria, Juan "Tabaquero", Clemente de Vargas y Juan Suárez, solicitando la nulidad del cabildo y la celebración de uno nuevo, pues en su opinión no se había convocado a todos los antiguos hermanos, y además, de los que habían concurrido, sólo Martín Serrano y Manuel Fernández podían ser considerados como tales.

En su escrito de réplica, la recién constituida Junta de Gobierno alegaba que, al no hallarse el antiguo libro de hermanos, se hubo de contar “con aquellos que por su notoriedad lo son o que se han congregado para ayudar a el fin santo de establecer la Hermandad”, por lo que “se convocó y citó no sólo a los que se tenían por hermanos, sino también a todos los demás que demostraron afectos”, añadiendo que los que planteaban la reclamación también habían tenido conocimiento de la reunión, “y aún estuvieron a las puertas de la misma Iglesia del Pópulo cuando se hablaba allí para la celebración del cabildo, habiéndose salido a llamarlos y se retiraron sin querer entrar”. Por último, se recordaba al Juez como algunos de los demandantes eran esquiladores, “y como por la Pragmática de 1783, hoy Ley del Reino a los de esta clase se les reputa vagamundo y se les impone pena, es claro que no tienen personalidad para ser admitidos en juicio”.

Probablemente pueda parecernos extraño que la falta de asistencia de tan reducido número de hermanos levantara tanta polémica, pero revisando los autos aparece un dato sumamente revelador del verdadero trasfondo de lo que se discutía. Cuando el Juez citó a ambas partes a una comparecencia el 13 de Septiembre, a fin de que arreglaran de modo amistoso sus diferencias, "manifestaron que el único medio que adoptaban para convenir y concluir este negocio era el que la mitad de los oficiales nombrados fuesen la mitad del barrio de Triana  y la otra de Sevilla. A lo que se les manifestó por el citado Sr. Juez no tener poder para aprobar dicho convenio...”  Hay que aclarar que Martín Serrano, Manuel Fernández y la mayoría de los participantes en el cabildo que se trataba de impugnar eran trianeros, mientras que de la otra parte, Josef de Leria era vecino de los Humeros, Pedro García y Clemente de Vargas de la calle Beatos (actual Duque Cornejo), y Juan Suárez herrero de la Cruz Verde, en la collación de Omnium Sanctorum. 

A partir de 1800, año en que la fiebre amarilla asoló la ciudad, se había producido un trasvase de la población gitana del viejo arrabal trianero, diezmado por la epidemia, a otros barrios del otro lado del río. A ello se sumó el derribo en 1804 del callejón de San Miguel, centro de la herrería de Triana, lo que supuso que varias fraguas familiares buscaran una ubicación en otras zonas de la ciudad más necesitadas de ellas.  Los Humeros, por otra parte, arrabal en el que había establecidos gitanos desde el siglo XVI, en lo que fue el antiguo barrio de San Juan de Acre, reclamaba también su protagonismo en la historia de nuestra corporación. No olvidemos que de allí eran los Campos. 

Vista de Sevilla desde Triana. Litografía del siglo XIX.

La propuesta conciliadora de ambos bandos no se llegó a concretar, el pleito siguió su curso, y por providencia de 23 de Noviembre de 1815 la Justicia acordó la celebración de un nuevo cabildo al que concurrieran todos los antiguos hermanos, pero como para ello era necesario hallar el libro en que estaban inscritos los que podían considerarse como tales, de nuevo se entabló una discusión sobre si dicho libro estaba extraviado en el archivo de la Audiencia, o si, como aseguraban algunos testigos, había sido ocultado intencionadamente. Entretanto, y a pesar de que la legitimidad de su elección estaba en tela de juicio, la Junta de Gobierno continuó las gestiones para la aprobación de las nuevas reglas, y el 4 de Enero de 1816, el Procurador D. Manuel Cardeñoso y Herreruelo, en representación de Martín Serrano, Lope Navarro y Juan Miguel Rodríguez, Alcalde Primero, Mayordomo y Secretario respectivamente, elevaba un escrito al Consejo de Castilla para que éste las legalizase.

El Real Consejo inició los trámites ordinarios para dicha aprobación, y así, por Decreto de 6 de Febrero, ordenó al Real Acuerdo de la Audiencia de Sevilla que informara sobre su parecer y remitiera las diligencias originales, lo que este tribunal llevó a efecto el 6 de Abril, pero desconociendo que no se había cumplido su providencia de Noviembre, en la que ordenaba la repetición del discutido cabildo, no hizo ninguna alusión en su informe al pleito existente.

Mientras tanto, Josef de Leria, Juan García, Francisco Suárez, Pedro García y Juan Mendoza decidieron acudir también al Consejo, para plantear ante esta alta instancia su reclamación, solicitándole que no aprobara las reglas hasta que no se celebrara un cabildo con todas sus formalidades. El Consejo Real requirió a la Audiencia para que informara sobre el asunto, con remisión de los autos. En este nuevo escrito el tribunal sevillano manifestaba que era “muy de extrañar la conducta de Martín Serrano y consortes, que ocultando dichos antecedentes habían tenido la inconsideración de solicitar que se aprobaran unas ordenanzas formadas subrepticiamente y en virtud de un cabildo ilegal y vicioso, después de haberse mandado la celebración de otro para que se anulasen tales defectos”. Sin embargo, esta precipitación se justificaba en parte por el interés que había en realizar de nuevo la estación de penitencia. Así, el 13 de Febrero de 1817 se solicitó a la Audiencia que concediera licencia para efectuarla, y efectivamente se denegó por no tener la Hermandad sus estatutos legalizados.

En vista de lo expuesto por la Audiencia en el informe al que antes hicimos referencia, el Consejo decidió por providencia de 27 de Marzo de 1817 la suspensión de los efectos de lo acordado por la Junta de Martín Serrano, y el 22 de Abril devolvió los autos a la Audiencia, para que se dispusiese que, ante uno de los Asistentes de la Ciudad, se celebrara una nueva Junta o cabildo al que fueran citados los hermanos que lo eran el 31 de Julio de 1815, en el que se nombraran oficiales y se conformara en su caso una regla, de modo que, efectuado todo esto, se le enviara un nuevo informe para que decidiera lo pertinente. Tras una instancia de Leria solicitándolo, el Consejo remitió el 27 de Junio las ordenanzas presentadas por Martín Serrano y su Junta.

En un auto de 14 de Julio de 1817, la Audiencia acordó entregar el expediente al Teniente Tercero de Asistente, D. Juan Felix de Maruri, para que ejecutase lo que el Consejo mandaba, remitiéndoselo al efecto el 5 de Agosto. Recibida por éste la Carta Orden anterior, se dispuso a ponerla en cumplimiento con la colaboración del Escribano D. Francisco Ruiz de Vargas, que comenzó a practicar las diligencias oportunas para que el cabildo se pudiera celebrar. Se pidió en primer lugar a José de Leria una lista de los hermanos que habían de ser citados, y luego se dio recado al Prior del Pópulo para que señalase el lugar adecuado para la reunión. Leria expuso que los hermanos antiguos con derecho a asistir eran Pedro García, Clemente de Vargas, Juan Suárez, Manuel Fernández, Martín Serrano y él mismo, pero al día siguiente Serrano se presentó ante el Teniente manifestándole la imposibilidad de que la reunión fuera el día 8, por estar ausente de la ciudad José de Vargas, un antiguo hermano que no aparecía en la relación que Josef de Leria les había proporcionado. Se buscó a Leria y éste aclaró que no lo había incluido porque desde treinta o cuarenta años atrás no vivía en Sevilla, sino en Utrera, y que por contar con noventa años de edad hacía mucho que no venía por la capital. A esto replicó Serrano que no hacía tanto tiempo, e insistió en la importancia de su asistencia, por tratarse de un antiguo Oficial de la Hermandad. Finalmente, el Teniente Tercero Maruri decidió no posponer más el cabildo, alegando que había tiempo suficiente para que, si se quería que acudiera este viejo hermano, se le diera aviso.  

A las cuatro de la tarde del día 8 de Agosto de 1817 se celebró la reunión en la Sacristía del Pópulo, ante la presencia del Teniente Tercero de Asistente Sr. Maruri, el escribano Francisco Ruiz de Vargas, el Alguacil de los Veinte Manuel Valiente y el agustino Fray Alonso del Castillo, por delegación del Prior. Asistieron Josef de Leria, Pedro García, Juan Suárez, Martín Serrano, Clemente de Vargas y Manuel Fernández. En primer lugar se leyeron las ordenanzas que se habían elevado al Consejo de Castilla, las cuales merecieron el visto bueno de todos los concurrentes, y acto seguido se procedió a elegir los oficiales por voto secreto –probablemente, y aunque el expediente no nos lo aclara, por el tradicional sistema de las habas blancas y negras-, saliendo electo como Primer Consiliario Pedro García, como Segundo, al haber un empate entre Manuel Fernández y Josef de Leria, se efectuó una segunda votación en la que resultó designado Fernández; de Mayordomo se eligió a Clemente de Vargas, pero éste renunció y se eligió en su lugar a Juan Suárez; Si aceptó Clemente de Vargas el cargo de Censor, mientras que Martín Serrano fue elegido Prioste y Leria Secretario.   

Tres días después, D. Juan Félix de Maruri pasó el expediente a la Audiencia, la cual, tras redactar su preceptivo informe, lo remitió el 4 de Octubre al Real Consejo, para que prosiguiese la instrucción de la aprobación de las Reglas, que finalmente fueron refrendadas por esta alta instancia el 17 de Enero de 1818, expidiéndose la Real Provisión el 28 del mismo mes, firmada por D. Tadeo Gómez, Duque del Infantado, D. Juan A. González Carrillo y D. Felipe Sobrado, así como por D. Rafael de Yarza, Escribano del Rey, y D. Valentín de Pinillas, Escribano del Real Consejo de Castilla.

Cumplimentado todo el procedimiento para la aprobación de estas ordenanzas, recibió la Real Provisión Martín Serrano, que bien porque se consideraba su principal artífice, o bien porque no veía con buenos ojos que las custodiara el Secretario, Josef de Leria, no las entregó a la Hermandad. El 25 de Febrero de 1818 el Conciliario Primero Pedro García de nuevo acudía a la Audiencia para que ésta requiriera a Serrano que las presentase en dicho Tribunal, “para la providencia que corresponda en razón de su ejecución”. Hecho esto, el 4 de Marzo García solicitó que se tomara la salomónica solución de entregarlas al Teniente Tercero de Asistente, para que una vez que se celebrara el próximo cabildo de elecciones, esta vez con la participación de todos los hermanos, antiguos y nuevos, quedaran a cargo del Secretario de la Corporación.

Aquel año se realizó la Estación de Penitencia con los pasos prestados, y aunque en la toma de horas las autoridades acordaron asignarle como día de salida el Miércoles Santo, la Hermandad recurrió esta decisión ante la Audiencia y logró salir el día que fijaban las recién aprobadas reglas, el Jueves Santo, e igualmente como aquellas preceptuaban, una vez recogida la Cofradía en la Iglesia, se realizó nuevo cabildo de elecciones, en el que tanto Martín Serrano como Josef de Leria quedaron apartados de cargos, resultando elegidos de Consiliario Primero Manuel Camacho, de Mayordomo se reeligió a Juan Suárez, de Censor a Joaquín García, de Secretario a Alonso Lavado, y como Diputados a Pedro García, Manuel Morguea, Alonso Bermúdez, Martín de Vargas y Juan José de Vargas.

La Hermandad dejaba finalmente atrás un pleito entre trianeros y sevillanos que había durado casi tres años y retrasado su reorganización.




martes, 5 de julio de 2016

EL ÚLTIMO DE LOS CAMPOS

Hace unos meses hablábamos en este blog, en aquella entrada que titulamos "Linajes de cofrades", de la importancia de las familias en la vida e historia de las hermandades, y muy particularmente, por su origen étnico, en la nuestra. Publicamos la reconstrucción de un listado de los años cuarenta y nombramos a dinastías y apellidos que se repiten en la nómina de nuestra corporación desde sus orígenes, pero nos dejamos atrás -porque ya en esa lista no figuraba- a una familia crucial en la historia de la Hermandad de Los Gitanos. Me refiero a la familia Del Campo, De Campos o Campos, que de cualquiera de estos modos aparece registrada en los censos de nuestra ciudad, en una época en que los apellidos no estaban aún fijados.

D. José Bermejo, en su "Glorias Religiosas de Sevilla", en 1882, nos da noticia de un tal Gerónimo del Campo en los términos siguientes:

"Este hombre, a quien tuvieron por santo, los de su clase, por la vida ejemplar que observaba y su fervor religioso, fue el que más se distinguió y señaló; trabajando con incansable fervor por el aumento y prosperidad de la hermandad, no sólo en el dilatado tiempo que ejerció la mayordomía, sino también en el discurso de su vida. Por su medio, algunos capitulares de la Santa Iglesia, fueron insignes bienhechores de esta cofradía, principalmente el Sr. Monroy. Su mismo celo fue el que le sugirió la idea de presentarse a este señor en la enfermedad de que murió suplicándole no olvidase a la hermandad en su última voluntad; y preguntándole que era lo que pedía, contestó que un almacenito para guardar los pasos. El Señor Monroy le dijo entonces, que hiciera diligencia por el que le acomodara y lo ajustase para su compra. Habiéndolo practicado, dio cuenta al mismo señor del que contratara y diera su importe, el que inmediatamente le entregó para que lo comprara".

Don Diego Fernando Sánchez de Monroy, aquel canónigo que perteneció a la hermandad y que la favoreció con la donación de un almacen, falleció en 1773, según consta en la lápida de su enterramiento en la catedral, así que es aproximadamente por estas fechas cuando Gerónimo del Campo ocupa la mayordomía y sucede esta donación que nos cuenta Bermejo.

Pero no sólo es Bermejo quien nombra y destaca al cofrade Gerónimo. En un legajo conservado en el archivo arzobispal, de cuando en 1816 la hermandad se estaba reorganizando y se discutía en un pleito quien tenía derecho a asistir al cabildo que había de aprobar nuevas reglas, un testigo refiere como había visto un libro antiguo en manos de uno de los promotores de tal reorganización, en el que figuraban Gerónimo y su hermano Vicente. Que dicho testigo destacara para señalar la antiguedad del libro precisamente a los hermanos Del Campo, entre tantos otros, nos da buena cuenta de como su fama se conservaba bastantes años después. 

El apellido vuelve a aparecer al frente de la hermandad a mediados del siglo XIX, cuando estaba establecida en San Esteban. El historiador Cristóbal Roldán Barragán publicó en el anuario de la hermandad de 2014 un interesantísimo y documentado artículo bajo el título de "Pinceladas biográficas de un Hermano Mayor", cuya lectura recomendamos, y que nos aporta numerosos datos sobre José de Campo y Tinoco, quien como secretario, en 1850, intentó sin éxito llevarse a la corporación al Convento del Carmen, en el barrio de los Humeros, donde de antiguo existía un importante núcleo de población gitana, entre ellos los Campos. Después, ya como hermano mayor, consiguió en 1860 el traslado a San Nicolás.

En 1880 es su hermano menor Juan José el que pide y consigue la llegada de nuestros titulares a la Parroquia de San Román, donde nos cuenta Cristóbal Roldán que diez años antes se había enterrado José de Campo y Tinoco. Y es que, como una vez me comentó el historiador, parece como si la hermandad siguiera a la familia en sus cambios de domicilio, y no al revés.


La firma de Juan José de Campos en la solicitud de traslado de San Nicolás a San Román

A Juan José, ya en 1895, lo encontramos en un padrón municipal residiendo con setenta años, viudo, en el número 5 de la calle Arrebolera (actual María Auxiliadora). Me lo imagino, ya anciano, acudiendo a la parroquia de San Román, para venerar a sus sagrados titulares, quizás tomando como camino la calle Verónica, donde ahora reside nuestra hermandad, o pasando por la calle Butrón, donde vivió su familia. Parece como si con él se hubiera extinguido un linaje, pero no, de un modo u otro los Campos perduraron.



Cuando yo era joven y escuchaba a los mayores hablar sobre la hermandad antigua, la que sobrevivió al incendio de San Román, salía a relucir siempre un nombre entre todos aquellos heroicos hermanos que levantaron a nuestra corporación de entre sus cenizas. Creo que fue Vicente Valencia el primero que me habló de "Diego de Concepción", Diego Vargas García, que ocupó cargos en las gestoras de tan difíciles años (*). Diego, nacido ya en plena calle Sol, en el número 46, era hijo de Concepción García y Campos, y nieto de Mercedes del Campo Tinoco, hermana de José y Juan José.





La sangre de los Campos, la de aquel legendario Gerónimo que murió en olor de santidad, "tembló pero no cayó". Sobrevivió pues en una rama de los Vargas, para seguir honrando al Señor de la Salud y a su bendita madre la Virgen de las Angustias.



(*) En el archivo de nuestra secretaría se conserva un Decreto del Vicario General del Arzobispado fechado en 16 de septiembre de 1942, en el que se ordena la constitución de una comisión gestora "formando parte de ella Antonio Vega de los Reyes, Diego Vargas García, José Vega Niño, Juan José Bermúdez Vargas y otros hasta el número de veinte". Diego Vargas es también vocal en la comisión de cultos constituida en febrero de 1948. Ya por estas fechas aparece en el libro-registro de hermanos como domiciliado en la calle Gerona. Falleció en 1951.




jueves, 9 de junio de 2016

EL ESTANDARTE DE LAS MONJITAS TRINITARIAS

Ya dedicamos la primera entrada de este blog al antiguo estandarte realizado por los sucesores de D. José Caro en los años cuarenta, y contábamos como, al reconocérsele a la hermandad el carácter sacramental en 1956, se le añadió el bordado de una custodia en el único sitio que quedaba libre, sobre la corona, cosa que no se correspondía con el escudo oficial de la corporación nazarena que se iba a adoptar en las nuevas reglas de 1958.

Así estuvo en uso dicho estandarte algunos años, y de ese modo por ejemplo lo podemos ver en esa fotografía de la representación de nuestra hermandad que acudió a la coronación de la Esperanza Macarena que hace poco colgamos en el grupo de Facebook.

Sabían los hermanos que eso había que cambiarlo. Ya en el acta de un cabildo de oficiales celebrado en septiembre de 1963 se enumera la reforma del estandarte como una más entre las que se debían de acometer con más o menos urgencia, pero la cofradía aún andaba inmersa en el bordado del manto de la Santísima Virgen, y también estaba en la ilusión de todos hacerle en un futuro próximo unas potencias de oro al Señor de la Salud, así que el arreglo del estandarte se iba postergando. La hermandad no podía de momento asumir otra deuda más, pero ¿y sí lo hacía un grupo de hermanos a título partícular?

Creo que fueron Juan Antúnez Espada y Vicente García González, "Vicente Valencia", los primeros en comprometerse a apartar de su economía familiar cinco pesetas al día para la obra. Al menos eso parece desprenderse de las sencillas cuentas a base de crucecitas que llevó mi padre, que se unió al proyecto, como lo harían otros hermanos. Aparecen en la mayoría de los casos anotados en estas caseras cuentas sólo por sus nombres de pila, pero cualquiera que viviera la hermandad familiar de aquellos años puede reconocer quienes eran. Como detalle simpático, aparece registrado hasta el ingreso extra recaudado por la subasta de un habano entre los integrantes del grupo.

El caso es que reunieron, duro a duro, mes a mes, el dinero y decidieron donar un estandarte de nueva factura, para lo cual encargaron la obra de bordado a la Congregación de Hermanas Trinitarias de la calle Padre Méndez Casariego. En mayo del 1966, Sor María Ignacia del Corazón de Jesús les entregaba el recibo de las 46.000 pesetas que las monjitas cobraron por ello. La vara la había realizado Manuel Román Seco, al precio de 6.000 pesetas. En los libros de actas aparece reflejada la donación en julio de ese mismo año.



Aquel estandarte estuvo en uso hasta la época de la coronación, en que se restauró el antiguo de Caro, pasándosele los bordados a nuevo terciopelo y colocándosele la custodia en el sitio correcto, a la vista de lo cual, poco después, sobre 1990, se decidió usar el escudo del que nos ocupa en la confección del actual Banderín de la Bolsa de Caridad.


Función Principal de Instituto de 1970

Función Principal de Instituto 1977. Antonio Moreno Bermúdez, padre de nuestro actual Hermano Mayor, y que entonces ocupaba idéntico cargo, hace protestación de fe en presencia del estandarte.

Las sencillas cuentas de los donantes del estandarte


El estandarte ya transformado en Banderín de Caridad







viernes, 6 de mayo de 2016

AZUL PAVO


Por poco que se sepa de colores, a cualquier hermano de nuestra corporación que se le pregunte por el azul pavo, dirá que es el color de uno de los mantos de salida de nuestra bendita titular, María Santísima de las Angustias, ese manto que hoy se empeñan en llamar "de la coronación", porque la Virgen lo lució en la misma, pero que tiene bastantes años más.

El acta de un cabildo de oficiales celebrado el 31 de julio de 1959, firmada por el entonces secretario D. Salvador Millán Navas, y con el visto bueno del hermano mayor D. Manuel Moreno Serrano, en el punto número 8º del orden del día, se expresa en estos términos:

"También se acuerda por unanimidad que el color del nuevo manto para la Stma. Virgen que esta Junta de Gobierno piensa mandar a construir este año sea el de azul pavo"

Todo tiene sus razones, y la elección del azul pavo no fue casual precisamente. Es muy poco conocida una idea que abrigaban desde años antes algunos hermanos y que se planteó incluso en un proyecto de reglas que finalmente no llegó a buen término. La hermandad estaba obligada desde 1942, por un decreto de la autoridad eclesiástica, a configurar unas nuevas ordenanzas, pues las vigentes estaban desfasadas. Se sucedían las gestoras y no terminaban de cuajar una reglas a gusto de todos, y es en 1953, con ocasión del segundo centenario de la corporación, cuando se redacta este proyecto del que hablamos, y en el que se establecía que el hábito nazareno de los hermanos que acompañaran a la Santísima Virgen fuera distinto de los que escoltaran al Señor, como en muchas otras cofradías de capa. Se pretendía que el terciopelo del antifaz, la botonadura y el cíngulo fueran en este caso de color azul pavo, reservándose el morado para los que iban en los tramos de Cristo.
 
Artículo 6º del Capítulo XII del proyecto de reglas de 1953.


Hoy resultaría casi impensable una iniciativa tal, por el gasto que ocasionaría a los hermanos, pero entonces, que la mayoría de las túnicas eran propiedad de la hermandad y se cedían a la hora de sacar la papeleta de sitio, tampoco era tan descabellada la idea. Sobre todo teniendo en cuanta el reducido número de nazarenos que había. Era cuestión de comprar un centenar de antifaces nuevos de este color, e ir ampliandolos poco a poco, conforme fuera creciendo la nómina de la cofradía, pues en esa época eran más lo que querían salir en los tramos de palio, y se incrementaban año tras año, todo lo contrario a lo que hoy pasa. Las modas.

El caso es que aquel proyecto de reglas ni siquiera se presentó a un cabildo general, y las finalmente aprobadas un lustro más tarde, sancionadas por la autoridad eclesiástica el 28 de abril de 1958, desistián de la creación de este nuevo hábito. El azul pavo se escogió como color del nuevo manto de la Virgen sólo un año después, la Excma. Sra. Duquesa de Alba regaló el terciopelo de Lyon, la Hermandad contrató el bordado con Carrasquilla, y hasta ahí llegó aquel curioso intento que no sabemos como hubiera resultado.



viernes, 22 de abril de 2016

EL SEÑOR DE LA SALUD SOBRE EL PASO DEL PRENDIMIENTO Y OTROS PRÉSTAMOS.

La historiografía cofradiera no aporta muchos testimonios de la salida procesional que realizó la Hermandad de los Panaderos desde la parroquia de San Román a finales del siglo XIX, y mucho menos ha explicado como la referida cofradía cedió su paso para que procesionara sobre él la antigua efigie del Señor de la Salud. Constancia documental no existe en nuestra hermandad, pero estas viejas fotografías así lo atestiguan. Sería interesante que alguien indagara para ver si en los archivos de la corporación de San Andrés se guarda algún escrito al respecto. Este paso fue tallado por Antonio Domínguez Vaquero, y estrenado por el Prendimiento en 1894.

El Señor de la Salud y el Soberano Poder en su Prendimiento sobre el mismo paso.




 
La primera vez que vi la fotografía del Señor sobre esas andas fue cuando allá por los años noventa se colocó una ampliación realizada por Haretón (hijo) en la secretaría de nuestra casa hermandad, y además del paso -que no era ninguno de los conocidos al Señor de la Salud- y de la magnifica túnica bordada, me llamó la atención la corona de espinas, con un trenzado de dibujo casi geométrico, que es la misma con la que aparece nuestro titular en las primeras fotos que se le realizaron por Ramón Almela en la última década del siglo XIX, sobre un sencillo paso neoclásico. Según Juan Martínez Alcalde, en las primeras estaciones de penitencia realizadas desde San Román, "pedían autorización para usar un paso depositado en el Palacio Arzobispal, que era de la Vera Cruz, por hallarse esta Cofradía en proceso de extinción; paso que tampoco servía para venderlo o rifarlo, pues se trataba de unos tableros pintados de blanco, rematados por una barandilla de pésimo gusto".

Nuestro titular en la colección realizada por Francisco Almela Vinet y su hijo Ramón.


Sobre el particular se me plantean algunas dudas. En la fotografía, en la cartela central, aparece dibujado claramente el antiguo escudo de nuestra corporación, el corazón agustino bajo capelo arzobispal. José Bermejo en 1882 da a entender que el paso con el que el Señor de la Salud había procesionado desde San Esteban aún se conservaba en su época, y da una descripción que coincide con el aspecto del que tratamos. Por otra parte, la Hermandad de las Penas de San Vicente tiene registrado como lo pidió prestado a la nuestra en 1880, en su tercera salida procesional, después de haber pedido previamente la cesión de las referidas andas de Vera-Cruz en 1878 y 1879. Lo mismo cuenta Bermejo, que escribe sus "Glorias Religiosas de Sevilla" sólo dos años después. Se trataría por tanto de dos pasos distintos ¿Y cual es entonces de los dos el que aparece en la fotografía de Almela?

Y no fueron estos los únicos pasos prestados. Hay otra conocida foto del antiguo Nazareno sobre un paso de estilo gótico, por lo que parece del taller de Juan Rossy, que tampoco está totalmente identificado. Como en la imagen anterior observamos atrás el detalle curioso de los altares velados, conforme a la antigua liturgia.

Nuestro Padre Jesús de la Salud en un paso de estilo gótico.

Este paso tiene muchas semejanzas con uno que tuvo el Cristo de la Buena Muerte de la Hermandad de la Hiniesta, que por esta época sufría una etapa de cierta postración. Compárese con la cromo-litografía de abajo. Se puede observar como la celosía del canasto ha sido modificada, posiblemente para retirarle el escudo, y los paneles se han colocado de modo que la madera sin tallar que tapaba dicho escudo quede en cada uno de los extremos, junto a las capillas con angelitos de las esquinas. La crestería también ha sido recortada eliminándole la parte superior, aunque parece que alguno de esos pequeños pináculos que la remataban sobrevive bajo los candelabros.


Cromo-litografía del Cristo de la Buena Muerte sobre 1885

Todavía sería necesario por desgracia recurrir a otro paso prestado, el de San Roque, tras el desastre de 1936, en las primeras salidas de la actual imagen del Señor de la Salud, pero eso es ya una historia para contar otro día.