jueves, 1 de agosto de 2019

MANUEL EL MELLIZO Y LA CALOR

Cuando en estos meses de la canícula me acerco a visitar al Señor de la Salud, me suelo acordar de una anécdota que oí contar innumerables veces a mi padre. Su protagonista era un hermano del que sólo conservo un lejano recuerdo, porque murió en 1978, siendo yo todavía casi un niño. Me refiero a Manuel Lérida García, "El Mellizo". 

Manuel, que ocupó en muchas gestoras y juntas de gobierno el cargo de consiliario (1), vivió casi toda su vida alrededor de San Román, en el número 114 de la calle Sol, donde tenía también su fragua. El historiador que indague en los libros de bautizos de nuestra querida parroquia podrá pensar que aquella casa tenía un índice de natalidad fuera de lo normal, pero no era así. Sólo se trataba de una argucia. Hay numerosos nacimientos registrados en el domicilio del Mellizo porque muchos hermanos optaban por ponerlo como el lugar donde habían nacido sus hijos, a efectos de poder bautizarlos en San Román. Yo mismo aparezco como si me hubieran parido allí en mi partida de bautismo.

Manuel Lérida "El Mellizo", al fondo, a la derecha del entonces hermano mayor, Manolo Moreno, en un cabildo de oficiales de los años sesenta, cuando se celebraban en la pequeña dependencia que tenía la hermandad tras la capilla en San Román. A la izquierda del hermano mayor, Vicente García González "Vicente Valencia", y casi fuera de encuadre, mi padre.

Mucho se ha hablado del exilio forzado de los gitanos de Triana. No tanto de los de San Román y la Puerta Osario, que sufrieron igual que aquellos la especulación inmobiliaria. Al pobre Mellizo lo mandaron en los últimos años de su vida a un piso de San Jerónimo. Mi padre contaba cómo cada vez que el hombre venía para su viejo barrio, y tenía que cruzar la pasarela que salvaba entonces la vía del tren, tanto a la ida como a la vuelta, lo hacía por la acera opuesta al "jardín" que quedaba al otro lado, ese en el que todos acabamos más tarde o más temprano, para evitar siquiera mirarlo.

Una reunión de hermanos en "El Uno de San Román".  Juan Antúnez Espada, Juan Miguel Ortega Ezpeleta, José Moreno Serrano y Manuel Lérida García "El Mellizo".

El caso es que mi padre estuvo siempre orgulloso de contar con la amistad de aquel viejo gitano, y entre sus muchos papeles, guardo en casa una cuartilla mecanografiada en la que nos relata sucintamente la anécdota a la que dedicamos este mes esta página. La verdad es que cuando la contaba de viva voz lo hacía con mucho mayor detalle, y uno podía incluso imaginarse al Mellizo casi sudando de ver al Señor con tanta calor, pero dejemos que sea esa cuartilla la que nos narre la anécdota.




UNA ANÉCDOTA SOBRE LA FE

Manuel Lérida García, "El Mellizo", como era conocido en la Hermandad, fué un gitano noble, trabajador, simpático, sencillo y con una profunda fé y devoción al Señor de la Salud a quien él decía que no había que rezarle para pedirle algo, sino sencillamente hablarle y pedirle lo que fuera que de seguro que lo concedía. A él nunca le había fallado.

Ya era mayor cuando el día 21 de junio de 1965, estando yo rezando en la capilla se acercó a mi lado para hablarle. Eran las seis de la tarde y hacía un calor agobiante como si estuviéramos en el mes de agosto. Manuel miraba al Señor de sus amores, que tenía puesta una túnica de terciopelo, y le hablaba. De improviso me preguntó: ¿Sobrino, Francisquito no le va a cambiar al Señor esa túnica por esa más fresquita que le regaló Ramón Charlo?.

La fé del Mellizo hacia su Cristo era tan grande que no sólo le hablaba de tú a tú, sino que hasta lo veía pasar calor.

Por lo visto aquel año llegó la calor antes de tiempo y sorprendió al inolvidable prioste y vestidor del Señor, Francisco Vega Moreno "Francisquito", que no había cambiado aún al Señor, ni seguramente Juan Miguel Ortega Ezpeleta le habría puesto a la Virgen aquel manto blanco con que solía ataviarla en le época estival, y con el que parecía la más bella novia. Se menciona también la túnica que le donó el poeta Ramón Charlo Rodríguez (2), una prenda singular hecha en seda de la que quizás otro día hablemos.

En fin, una antigua anécdota más que mi padre quiso recoger en sus inacabadas memorias de sus tres décadas como secretario de la hermandad, y que hemos querido traer a estas páginas en recuerdo de todos ellos. 

Nuestros sagrados titulares en su capilla de San Román en los años sesenta. 

1.- Manuel Lérida fue consiliario en la gestora de Paco Antúnez, nombrado por decreto de la vicaría del arzobispado de 6 de noviembre de 1950, en la de Manuel Ortega Juárez "Manolo Caracol", en febrero de 1953, y en la de José Vega de los Reyes, "Pepe Gitanillo de Triana", en octubre de 1954. Y ya con juntas de gobierno, cuando estas se votaban por cargos, con listas abiertas, fue elegido consiliario con Manolo Moreno de hermano mayor entre 1963 y 1969, y repitió en 1973.
2.- Ramón Charlo Rodríguez (1902-1996) fue recibido como hermano el 9 de marzo de 1955, con el número 62 de la lista gitana. No sólo regaló aquella túnica. Ese mismo año del 55 entregaría a la cofradía la primera edición de su libro de poemas "Sevilla es Sueño", para que la hermandad se beneficiara con su venta. La corporación también organizó un recital poético suyo en el teatro Álvarez Quintero, el 18 de marzo de 1956, domingo de pasión, que fue casi un pregón paralelo.