sábado, 1 de noviembre de 2025

JOSE MARÍA DE LA CONCHA EN EL RECUERDO

Un año más, en solo unos días, la hermandad celebrará la tradicional novena de Ánimas, y bueno es acordarse de los que ya nos dejaron. Hace ya tiempo, hablando de los primeros hermanos protectores, prometimos dedicarle una entrada del blog a D. José María de la Concha Meneses, un personaje en el futbol sevillano, hermano número uno que fue de la nómina de nuestra cofradía, y del que guardo un grato recuerdo, pues tuve el honor de ser compañero suyo en una junta de gobierno. Para mí, entonces joven secretario, era un orgullo sentarme al lado de un hombre con tanta experiencia, que había vivido unos tiempos muy distintos en la secretaría, y que a su vez, en su propia juventud, había tratado a leyendas de la cofradía como Pepe Bocio, Antonio Vega de los Reyes, José Vega Niño, Paco Antúnez... muchos de esos destacados hermanos que hemos ido tratando de sacar a relucir en estas páginas. Yo lo escuchaba muy atentamente cuando contaba viejas historias que a otros les parecían batallitas de abuelo. Tenía el hombre ya ochenta años, pero conservaba una lucidez tremenda. Confieso que ahora, cuando escribo en estas páginas, pienso más de una vez si no habrá también gente que considere eso de ellas, que son tan sólo eso: batallitas de otro abuelo. 


Un Corpus de los años cincuenta. José María de la Concha, portando como secretario
 el estandarte de la corporación, junto al que fuera mayordomo José Lérida Vargas.

José María de la Concha nació en Argentina, en 1915, hijo de unos emigrantes españoles que, por una u otra razón, decidieron retornar a su país, así que con sólo siete años estaba ya en la que él consideraba su patria chica, La Puebla de Cazalla, donde hoy está enterrado. Por cierto que, al escribir esto, me viene a la memoria una anécdota suya, que viene que ni pintada para estos días. No se yo si don José María tendría sus supersticiones en el futbol, pero con la muerte desde luego que no tenía ninguna. Por aquellas fechas en que compartimos junta, don José María mandó hacer su panteón en el pueblo, e incluso la lápida, en la que puso en las cuatro esquinas los escudos de España, Argentina, y de las dos instituciones que fueron su pasión: La hermandad de los Gitanos y el Real Betis Balompié. No contento con eso, le hizo una fotografía a la lápida, en la que aparecía ya puesto hasta su nombre y apellidos, y en los prolegómenos de alguno de aquellos cabildos no se le ocurrió otra cosa que enseñársela a Manuel Ortega Ezpeleta. No quiero contaros la carita que puso Manolo, que no quería ni mirar la foto:

- ¡Pero José María! ¿Cómo me enseñas "eso"? ¡Ya hay que tener valor!

Pero dejándonos de bromas, nunca pregunté a don José María como acabó recalando tan pronto en aquella hermandad que antes de la guerra era aún una institución casi totalmente étnica. Su familia se vino a trabajar a Sevilla en 1928, y me consta que no vivió muy lejos de la Puerta Osario, concretamente en la recoleta plaza de Carmen Benítez. En aquellos años, además, uno de los clubs de futbol a los que estuvo vinculado, primero como futbolista amateur y finalmente como presidente, el Calavera CF, tenía su sala de trofeos nada más y nada menos que en "El Uno de San Román", el legendario y desaparecido bar donde paraba media hermandad tras los cultos. El caso es que José María pronto acabaría de hermano protector, y no mucho después de secretario de nuestra corporación. Su nombre figura en las actas de las gestoras de los años cuarenta y cincuenta, y a pesar de que su dedicación al futbol profesional le alejara de nuestra ciudad -fue secretario técnico del Atlético de Madrid, del Córdoba, del Calvo Sotelo de Puertollano, y por supuesto de su Real Betis Balompié, con el que logró la primera copa del rey- nunca se apartó de la hermandad, ni faltó un Viernes Santo. Otra anécdota suya que contaba mi padre es como, en pleno éxito profesional, vino desde Madrid una Semana Santa en un Buick o un Dodge descapotable, no recuerdo que coche americano era, y se ofreció a llevar el Domingo de Resurrección las flores de los pasos al cementerio para los hermanos fallecidos, como era entonces costumbre. Mira por donde que ese año todos se daban patadas por ir a acompañarlo al "jardín" montados en el cochazo. En fin, toda una vida dedicada a una hermandad, de la que, de vuelta a Sevilla y ya jubilado, llegó a ser Teniente de Hermano Mayor en la junta que coronó canónicamente a María Santísima de las Angustias.

Pero ¿qué documento relacionado con De la Concha podríamos traeros hoy aquí? En el archivo de la hermandad pueden encontrarse centenares: desde aquella comisión de cultos de 1948 integrada por José Vega Niño y Diego el de Concepción, de la que no hace mucho hablábamos por aquí, en la que levantó las actas como miembro auxiliar en funciones de secretario, a la coronación de la Virgen, pasando por su viaje a Roma para representar a la hermandad (1), su etapa como fiscal, o sus últimos años, en los que también puso su granito de arena para que la hermandad tuviera su templo propio, pero quiero traer dos cosas sencillas pero inéditas. No hace mucho encontré y adquirí en una página de coleccionismo una fotografía de las famosas de la Virgen con mantilla, con una dedicatoria suya que firma como secretario de la hermandad al que fuera jugador del Betis, campeón de liga de 1935 y después entrenador del club, Pepe Valera. Se la quiero regalar a su nieto Josemari, muchos años costalero del Señor de la Salud. 




El otro documento es un poema que escribió el protagonista de nuestra "batallita" de hoy, y que no se como llegó a manos de mi padre. Quizás José María se lo pasó para que se publicara en algún boletín de la hermandad, pero como estaba dedicado a Salvador Dorado "El Penitente", que dejó de ser capataz de la hermandad y no de muy buenas maneras, alguien decidiría que no viese la luz. En esos versos De la Concha describe sus propios sentimientos en una madrugá del Viernes Santo. Aquí los dejo en recuerdo de una persona a la que quise, respeté y admiré. Brille para él, y para todos los hermanos difuntos, la luz perpetua.




Con toda admiración a mi buen amigo y mejor capataz Salvador Dorado "EL PENITENTE"

                    AQUELLA LEVANTÁ


                No se movió ni un varal,

                sin llamar; se levantó,

                a pulso; con gran amor

                y entre flores y cera

                arriba fué, junto a Dios.-

                ANGUSTIAS, ya todo es cielo,

                hay cánticos de oración,

                ya somos todos más buenos;

                se ha repetido el milagro

                de nuevo, de tu asunción.-

                Que vuelva otra vez del cielo,

                pidió un gitano sin voz,

                y como había subido 

                a la tierra descendió,

                sin que se notara nada,

                sin que nadie más que yo,

                hubiera estado con ella

                en el cielo, junto a Dios.


                                  JOSE MARIA DE LA CONCHA


1.- Véase en el blog la primera de las entradas, EL ESTANDARTE QUE FUE A ROMA

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