sábado, 6 de enero de 2024

RECUERDOS DE JUAN MIGUEL

Con motivo del fallecimiento de Juan Miguel Ortega Ezpeleta, que ya gozará de la presencia del Señor de la Salud, traemos al blog una semblanza de la hermandad que escribió para la edición sevillana del diario ABC en 1994 (1), cuando llevaba poco más de un año en el cargo de hermano mayor, y en la que recogía las vivencias de su infancia y juventud, y expresaba su concepto de lo que debía ser nuestra corporación. Quedaba aún lejos lo que sería su mayor logro, la cesión del antiguo convento del Valle para reconstruirlo y que fuera el santuario de nuestros titulares, la sede que hoy gozamos gracias a su visión de futuro. Está claro que hay un antes y un después de Juan Miguel, para lo bueno y para lo malo. 


Juan Miguel visto por el dibujante de ABC Rafael Calderón.

En octubre del año que dejamos atrás falleció Juan Jiménez Naranjo, y hace poco más de una semana mi querido y admirado Paco Cruz Jiménez. Dos hermanos señeros y que marcaron una época en la hermandad. Se nos están marchando los últimos de la generación que teníamos de referencia. Terminó el 2023 con la partida hacia el Señor de la Salud y su Bendita Madre de Juan Miguel, y aunque nos resistimos a hacer del blog un obituario, y a pesar de que más de un hermano conoce las diferencias que tuve con él, creo que estas páginas le deben un recuerdo, y que mejor que sea él mismo, con sus propias palabras, el que nos hable de la hermandad, de -como titulaba aquella colaboración en el ABC-


LA HERMANDAD DE LOS GITANOS

por Juan Miguel Ortega Ezpeleta

Mis recuerdos son de un barrio de Sevilla y de sus calles llenas de naranjos, gracias a Dios, donde vivo. Desde mis balcones, mis ojos pueden contemplar el mismo panorama de mi niñez: las torres y espadañas de las iglesias y conventos que rodean mi casa. De un lado se contempla la espadaña del convento de las Clarisas Franciscanas de Santa Inés, el convento del Espíritu Santo, la espadaña del ex convento de la Paz, los Terceros, la cúpula del Sagrario de Santa Catalina con su torre almohade y la torre de la parroquia de San Pedro, donde recibí las aguas del bautismo, junto al Cristo de Burgos.

Con cinco años mi madre ya me llevaba a los cultos del quinario de Nuestro Padre Jesús de la Salud, de la Hermandad de los Gitanos. Ella me enseñó a rezar, a amar a Dios, y me mostró la que desde aquellos días habría de ser la hermandad de mis amores.

Recuerdo que a la salida del colegio de San Francisco de Paula mi hermano Manolo -cinco años mayor que yo- me llevaba a la iglesia de Santa Catalina. Íbamos a ayudar a montar los pasos. Ahora, en la distancia del tiempo, pensamos que con esa edad ¿qué pasos podríamos ayudar a montar? Pero sí es cierto que palabras nuevas sonaban en nuestros oídos y que habrían de tener para siempre un significado: varales, bambalinas, faldones, candelerías, etcétera.

Recuerdo al carpintero de aquel tiempo, llamado Telesforo, a Paco Ponce, vestidor de la Virgen, y tantos apellidos que en la hermandad aún perduran.

Cuando en las hermandades no existían los grupos de jóvenes, ni las cuadrillas de hermanos costaleros, también el niño y el joven podían integrarse en nuestras cofradías.

Desde mis vivencias en la iglesia de Santa Catalina hasta el traslado a la parroquia de San Román (1 de Enero de 1950) han transcurrido ocho años. Ya en la parroquia de San Román, pasé a tomar parte más activa con las primeras Juntas de gobierno, comprendidas entre 1950/53, en la que fui nombrado prioste de la hermandad a la edad de dieciséis años, por lo que hubo que pedir dispensa especial al arzobispado. El señor cardenal arzobispo de Sevilla, don Pedro Segura, en una audiencia me preguntó la edad y yo le respondí que dieciséis años, a lo que comentó: "¿Tan joven y prioste? Cuando seas mayor serás un prioste consumao". A lo que yo respondí: "Y consumido", lo que provocó en él una sonrisa de afecto y cariño.

No cabe duda que desde el traslado de nuestras sagradas imágenes a su parroquia de San Román, en 1950, después de la reconstrucción, la hermandad conoce unos de sus mejores tiempos de esplendor. A partir de 1954 la hermandad se va reponiendo, estrenando varales para el paso de palio, respiraderos y culmina la finalización de la capilla donde se veneran nuestras imágenes.


Juan Miguel Ortega, el segundo por la derecha, en actitud de brindar, en una comida de hermandad de los años cincuenta, con Pepe Vega de los Reyes "Gitanillo", hermano mayor por las fechas, Antonio Lorente, José Periáñez, el futbolista Paco Antúnez, Joselito Lérida Vargas, Pepe Manzano y Vicente "Valencia". Fotografía: archivo de la familia Vega


Así mismo se estrenan candelabros de cola, en plata de ley, para la Santísima Virgen, donados por la excelentísima duquesa de Alba. En 1961 luce nuevo manto de terciopelo azul, completamente bordado en oro por los talleres de Carrasquilla. Unos años después, en 1967, Nuestro Padre Jesús de la Salud luce un rico juego de potencias en oro de ley, obra debida a la suscripción entre sus hermanos. Al mismo tiempo, la Santísima Virgen estrena nueva candelería. Ambas obras fueron de Manuel Seco Velasco, el mismo que efectuaría en 1972 la corona en oro de ley que le fue impuesta a la Santísima Virgen de las Angustias en la plaza de San Román por el cardenal arzobispo de Sevilla doctor don José María Bueno Monreal.


Juan Miguel en la comida de hermandad de 1964, junto a mi padre, entonces secretario, Manolo Moreno, hermano mayor, y los sacerdotes don Crescencio Moreno, párroco de San Román, y don Ramón Ferreira, director espiritual. Fotografía de Valentín Monterroso de mi archivo.


Los tres últimos prelados de la diócesis, en su labor pastoral, han sido muy generosos con nuestra Hermandad de los Gitanos; El cardenal Segura le otorga ala hermandad el título de Fervorosa. El cardenal Bueno Monreal, hermano mayor honorario de nuestra hermandad, le otorgó el título de Sacramental. Y nuestro arzobispo, fray Carlos Amigo Vallejo, que en la actualidad pastorea nuestra Archidiócesis, coronó como Reina y Madre de todo lo creado a nuestra bendita imagen, Santa María de las Angustias, en aquel día inolvidable del 29 de octubre de 1988.

Precisamente este año vamos a estrenar un nuevo palio para la Virgen de las Angustias, con el mismo dibujo que el anterior, pero enriquecido. El viejo palio nos trae los recuerdos de los primeros años de Santa Catalina. Allí los estrenó, en 1938, y coincidiendo con el regreso a este templo (2), a los cincuenta y seis años, será sustituido por el nuevo, con el mismo dibujo que en su día creara Gómez Millán.

En la víspera de la Semana Santa del pasado año, cuando un grupo de hermanas cepillaban el palio, comentaban entre sí: "¡Qué falta hace uno nuevo!" En aquel momento comprendimos que era una de las tareas de la Junta de gobierno que acababa de tomar posesión y, recabando todos los informes pertinentes, nos pusimos en marcha. Con el cariño de sus hermanos, hermanas y devotos, esta Semana Santa, si Dios quiere, lo lucirá la Santísima Virgen de las Angustias Coronada, que en la eterna madrugada brillará como el sol de la mañana. Quiero expresar nuestro agradecimiento a los talleres Fernández y Enríquez, de Brenes, que han realizado una gran obra de artesanía, digna de tener en cuenta y que, indudablemente, pasará a la historia de las cofradías de Sevilla.

Desde 1753, año de fundación, hasta nuestros días, muchos son los hermanos que a lo largo de la historia han trabajado por esta hermandad.

La fundación y creación de nuestra hermandad fue motivada por los deseos y esperanzas de Sebastián Miguel de Vara y otros gitanos piadosos de su época, que a pesar de sus deseos no pudieron ver la hermandad en el convento del Espíritu Santo en la calle Larga del barrio de Triana.

Efectuó su primera salida penitencial el Miércoles Santo del año 1759, desde el convento del Pópulo, quedando para siempre el río en medio, a un lado Triana, al otro Sevilla. El río con dos orillas y dos imágenes de la Virgen Coronada, y las dos pisan la madrugada y al volver el sol ilumina sus palios y besa sus mallas. "Dios te salve, María", parece decir el río, acariciando las orillas por Sevilla y por Triana, con lágrimas de sal en la eterna madrugada de Santa Ana y San Román, en un repique sin campanas.

Cuando por Oriente aparecen las primeras tonalidades violáceas del Alba, camina por la Campana sobre canastilla barroca -que le ofrendara M. Carrera Anglada- de majestuosa belleza, la imagen de Nuestro Padre Jesús de la Salud.

Sevilla, impresionada, lo ve pasar y exclama: "¡Señor y Dios mío, qué hermosa debió de ser tu transfiguración! También nosotros nos quedaríamos aquí para siempre contigo, pero ya viene la mañana y te espera el Gólgota de nuestros pecados e incomprensiones y Tú nos pides que te sigamos para hacer el bien, con los humildes, con los pobres, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Con los que lloran, porque recibirán consuelo; con los pacientes, porque heredarán la tierra; con los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados".

Estamos seguros de que siempre habrá en las hermandades personas que, con sus buenas disposiciones, mantengan el espíritu cristiano de sus cofrades.

Puesto que somos iglesia, debemos estar comprometidos.


1.- Diario ABC de Sevilla, edición de 11 de marzo de 1994, pág. 128.

2.- Aquel 1994, año del estreno del palio de Fernández y Enriquez, se salió por última vez de San Román, recogiéndose la cofradía en Santa Catalina, por la necesidad de  restaurar la parroquia que era nuestra sede.

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