Charlando después de los cultos hace unos viernes con un conocido hermano -con Pepe Vega, para más señas- comentábamos cómo a la hora de hablar o escribir sobre la historia de la hermandad, y muy particularmente de su fundación, casi siempre se ha recurrido a lo anecdótico -a la leyenda de María La Pajarita, por ejemplo- y se ha dejado atrás el ambiente en el que la cofradía nace a mediados del siglo XVIII, inmediatamente después de ese luctuoso episodio en la historia del pueblo gitano que se conoce como "la gran redada".
Es Joaquín Guichot (1) seguramente el cronista que mejor refiere lo sucedido en Sevilla en aquellos últimos días de julio y primeros de agosto de 1749, y cómo a las doce de la noche de aquel jueves 31 de julio, a manos de soldados de caballería e infantería llegados con órdenes secretas el día anterior, "...empezó así en esta Ciudad como en todas las poblaciones de España la prisión general de gitanos y gitanas, trayéndolos a las Cárceles, y matando al que se resistiese, como en efecto murieron en ésta, tres cerca de la Cartuja. Todas las puertas de la Ciudad estuvieron cerradas desde las doce de la noche hasta las seis y media de la mañana, y los Postigos hasta las 10; á cuya hora salió un bando con tres cajas, dos pínfanos y diez soldados á bayoneta calada, imponiendo la pena a toda clase de personas, de confiscación de bienes, en incurriendo en la inobediencia del rey y sus órdenes, á los que ocultasen á gitanos o gitanas, como al que no denunciase los gitanos que pudiesen haberse escapado (...) El míércoles 6 de Agosto, á las 6 de la tarde, sacaron de la Cárcel Real una collera de 180 gitanos, reatados en una cuerda, con el acompañamiento de soldados de caballería espada en mano, y de infantería con bayoneta calada, y tambor batiendo marcha, y los llevaron al embarcadero, poniéndolos en el barco de Cuadrado, y desde esta hora hasta después de Ánimas fueron llevando muchachos y hombres á dicho barco hasta el número de 292".
El destino de aquellos inocentes eran los trabajos forzados en el arsenal de la Carraca en la Isla de San Fernando, que por esas fechas se construía. A las mujeres y a los niños menores de doce años se los llevaron a Málaga para recluirlos en tristes y sucios hospicios y casas de misericordia.
Tales
medidas crearon en el pueblo llano un sentimiento de comprensión y simpatía
hacia los gitanos, y motivaron tal número de quejas que el Rey tuvo que dar
marcha atrás sólo unos meses después. Así, el 28 de octubre del mismo año,
dicta unas instrucciones en las que afirma que “se haya de repente con el dolor de ver perturbados sus piadosos
propósitos con agravios de la justicia, sólo por el mal fundado concepto de sus
ejecutores”, mandando que “permaneciendo
en su fuerza la deliberación sobre el recogimiento y aprensión de aquellos
gitanos que no habían vivido con observancia de las Reales Pragmáticas por
haber faltado a alguno de sus capítulos, los demás en quienes se verificase el
cumplimiento de ellas, sean puestos en libertad”.
Esta libertad fue concedida sin embargo muy lentamente, conforme los reclusos
eran reclamados desde sus ciudades y pueblos, y siempre que se acreditase la
buena conducta a través de informes de sacerdotes u otros igualmente secretos.
Catorce años después de tales medidas fueron liberados los últimos veintitrés
gitanos sevillanos que quedaban en El Ferrol. A su regreso a Sevilla, según el mismo Guichot, fueron recluidos bajo vigilancia en el “Corral del
Agua”, en el Compás de la Laguna, cercano al convento del Pópulo.
El escritor D. Antonio Machado y Álvarez (2), padre de los poetas Antonio y Manuel, recoge en
su “Colección de Cantes Flamencos” unos martinetes,
en su opinión restos de un antiguo y perdido romance, que a nuestro parecer aluden inequívocamente a estos sucesos, a esa triste procesión de hombres maniatados que un día atravesó el arenal de Sevilla rumbo al río y a la gabarra que los llevaría a la Carraca. Con estos martinetes, restos perdidos de un auténtico romancero gitano, ilustramos para terminar esta entrada del blog, en homenaje a los que, tras tantos sufrimientos, fundaron en 1753, sólo cuatro años después de esta sinrazón, nuestra Hermandad de los Gitanos.
2. ANTONIO MACHADO Y ÁLVAREZ. Colección de cantes flamencos recojidos y anotados por Demófilo, Sevilla: Imp. y Lit. de El Porvenir. 1881
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