Se ha presentado al periodista y escritor Manuel Chaves Nogales (Sevilla, 1897-Londres, 1944) como uno de los principales representantes de la tercera España, aquella que vio venir como el radicalismo y la sinrazón enfrentaban sin remedio a las otras dos en una guerra civil, que fue seguramente el mayor desastre de nuestra historia como nación. El compromiso con sus ideas le llevó a morir en el exilio, incomprendido por unos y por otros, aunque en épocas recientes se ha vuelto a poner en valor la obra de aquel reportero sevillano que, entre otras cosas, viajó a Rusia para conocer de primera mano su revolución, se atrevió a escribir la biografía de Juan Belmonte, o nos legó su personal e implacable testimonio de la guerra con "A Sangre y Fuego. Héroes, bestias y mártires de España".
Manuel Chaves Nogales |
No vamos a dedicarnos aquí a elogiar el mérito literario de sus artículos o la lucidez de su pensamiento político, siempre alejado de los extremismos. Esto es sólo un sencillo blog sobre el pasado de la hermandad de los Gitanos, pero precisamente por eso, no podía faltar en él este clásico, esta introducción con la que el periodista comenzaba un amplio reportaje sobre la Semana Santa sevillana que publicó en el madrileño diario "Ahora" entre marzo y abril de 1935 (1). Describe en la misma los problemas a los que se enfrentaban en nuestra cofradía los "clavarios" -los tres oficiales encargados de custodiar las tres llaves del arca en el que la hermandad guardaba todo su patrimonio- cada vez que tocaba abrirla para plantearse como hacer un año más la estación de penitencia.
Ese arcón de tres llaves existió, no es un recurso estilístico de Chaves Nogales. Su uso era algo común en todas las cofradías, y alguna aún lo conserva como una reliquia del pasado. Nuestras reglas fundacionales le dedicaban todo el capítulo 8, que se titulaba precisamente "Del Arca de tres llaues que hà de tener la hermandad", y establecían que dichas llaves debían estar en poder del alcalde más antiguo, el mayordomo y el secretario, "y hasta tanto que aia sitio propio de la hermandad deuerà estàr el Arca en casa de n^ro Maiordomo y Alcalde màs antiguo" (2).
Se conoce que después de la orden de extinción a finales del siglo XVIII, el incautado arcón fue a parar al domicilio del procurador D. Patricio de Puertas, y que durante la invasión francesa un oficial gabacho puso sus codiciosos ojos en él. Se sabe también como, con la reorganización de la hermandad, en las primeras décadas del siglo XIX, los cofrades fueron a buscarlo y a recuperar su contenido a la calle de la Cruz de la Parra (hoy Monsalves), donde tenía sus casas el referido procurador. Un inventario de 1818 nos hace incluso una pequeña descripción de como era: "un arca de a dos varas de pino con serraduras tres y igual número de llaves". No se tiene noticia de donde terminaron las vicisitudes de aquel viejo arcón, al que hoy sustituye una moderna y valiosa casa-hermandad. Pero dejemos que sea Manuel Chaves Nogales quien nos cuente que sucedía cada vez que aquellos tres gitanos clavarios lo abrían allá por los años de la república.
SEMANA SANTA EN SEVILLA. LAS COFRADÍAS Y LA REPÚBLICA.
Cuarenta y dos cofradías hay en Sevilla. Salir procesionalmente en la Semana Santa, con sus dos o tres pasos cuajados de flores y joyas cada uno, sus largas filas de penitentes quemando cera y sus bandas de música, cornetas y tambores, les cuesta un dineral. A la más pobrecita de las hermandades, a la más humilde, a la que se resigna a llevar su Cristo con unas docenas de cirios y a su Virgen con unos puñaditos de clavellinas no le sale la procesión por menos de mil duros. Esto es lo menos que se gasta la cofradía de la Estrella o la de los Gitanos, que son las más pobres. El Gran Poder o San Antonio Abad gastan diez veces más, veinte veces más.
Este año el Ayuntamiento ha votado una consignación de setenta y cinco mil pesetas para subvencionar a las hermandades. Estas subvenciones, que se reparten entre todas, son más o menos cuantiosas según la antigüedad de la hermandad y según el recorrido de la procesión. Tocan, unas con otras, a dos mil pesetas. La Macarena cobra cuatro mil quinientas; San Juan de la Palma, tres mil setecientas cincuenta; en cambio, San Lorenzo y San Antonio Abad, que son cofradías de ricos, no cobran subvención o la regalan a las Casas de Beneficencia. A la de los Gitanos, que, como decimos, se gasta a lo menos mil duros, le da el Ayuntamiento mil setecientas cincuenta pesetas. ¿De dónde van a sacar los trece mil reales que les faltan estos pobres gitanitos?
Todos los años, cuando se plantea el problema de salir en procesión, los tres clavarios de la Hermandad de los Gitanos se reúnen solemnemente, y con sus tres llaves distintas abren las tres cerraduras del arca donde se guarda el tesoro de la hermandad. ¡El tesoro! Los tres gitanos clavarios revuelven, cabeceando, el fondo de aquel arcón en el que tan aparatosamente se guardan la humilde saya de la Virgen, el apolillado faldón de la parihuela y las cuatro alhajillas de Nuestra Señora. Un tesoro que no llega a las mil pesetas. ¿Cómo va a salir decentemente la Virgen? ¡Si no tiene qué ponerse, la pobre! ¡Si es una vergüenza!
Se reúne el cabildo y los tres gitanos clavarios exponen a sus cofrades la angustiosa situación.
—¡Y nos vamos a quedar sin salir!
—¡Y no vamos a ser capaces de encontrar todo lo que se merece la Virgen de los gitanitos!
Esta tragedia se plantea todos los años a los pobres gitanos imprevisores, y todos los años se hace el milagro de que en la madrugada del Viernes Santo la Virgen de las Angustias, a costa de las que han pasado sus cofrades, salga triunfalmente sin que le falte un detalle. Pidiendo la limosna de unas flores de azahar a los señoritos naranjeros, dejándole a deber la cera al cerero Carrasquilla, zurciendo y remendando las túnicas, colgándole al cuello a la Virgen toda la bisutería de las gitanillas devotas, la cofradía recorre esplendorosa las calles de Sevilla para orgullo de la gitanería.
El mismo problema económico que se le plantea a la cofradía de los gitanos se les plantea en mayores o menores proporciones a otras muchas hermandades. ¿Cómo va a salir este año la Virgen de San Julián, a la que se le quemó —o le quemaron— la iglesia, dejándola sin un mal trapo que ponerse? Tendrá que pedir un manto prestado aquí y una corona allá. ¿Pues y la Virgen de la Estrella? Todas tienen sus apuros. Porque la verdad es que, aparte vanidades, el sacrificio y la abnegación de los cofrades, sus apuros económicos y su capacidad para contraer deudas que no pueden pagar son la única razón de ser de esta magnífica conmemoración de la Semana Santa que se hace en Sevilla.
Como no es mi propósito servir la propaganda del Patronato Nacional de Turismo o de la Comisión Municipal de Festejos de Sevilla, me creo en el caso de ponerme a contar limpiamente, con sus grandezas y sus pequeñeces, sus secretillos y sus anécdotas pintorescas, cómo llega a producirse ese maravilloso espectáculo de la Semana Santa. Veamos la función entre bastidores. Queremos ser como esos sacristanes que, sin caer en irreverencia, andan con desenvoltura entre las imágenes sagradas, y las llevan y las traen sin demasiados miramientos, familiaridad obligada del oficio, que no excluye el debido e implícito respeto. ¿No somos siempre los periodistas un poco sacristanes de todos los cultos?
Los cofrades sevillanos son gente de buen sentido y sabrán perdonarnos la desenvoltura.
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La Dolorosa de José Merino que sustituyó aquel año a la de Montes de Oca, pasando por la Campana en 1935. |
Continuaba el periodista nacido en la calle Dueñas haciendo un exhaustivo análisis de la situación de las cofradías sevillanas en todos sus aspectos, en el que se observa que manejaba datos de primera mano, pero cabe decir que quizás, en lo que se refiere a nuestra hermandad, Chaves Nogales, como buen sevillano, exageró un tanto. La hermandad en aquella época, aunque humilde, no era la "pobrecita" que el había conocido en su niñez y juventud. En concreto, en ese año en que se escribe el reportaje, se estrenó un flamante nuevo paso de José Sanjuán para el Señor de la Salud, se adquirió una nueva Dolorosa, que sólo procesionó aquella Semana Santa, porque al siguiente se vuelve a reponer a la primitiva, y además, el veinte de agosto de aquel 1935, el mayordomo Antonio Vega de los Reyes, uno de los tres "clavarios" en aquellas fechas, contrata con D. José Caro Márquez el bordado de un nuevo palio, que por las circunstancias que acaecieron no se llegó a estrenar hasta tres años después. Vivía pues un momento de cierta bonanza económica que sólo interrumpiría el alevoso incendio de San Román. Pero esa es otra historia que algún día habrá que contar.
1.- Diario Ahora, edición del 31 de marzo de 1935, página 24. El artículo completo y el resto de los que componen el reportaje, publicados del 2 al 6 de abril, están accesibles en la Hemeroteca Digital de la Biblioteca Nacional de España.
2.- Archivo General del Arzobispado de Sevilla. Sección III (Justicia), serie Hermandades, legajo 12: Reglas de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús de la Salud y Madre de Dios de las Angustias
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