martes, 17 de noviembre de 2015

EL ESTANDARTE QUE FUE A ROMA

El 1 de Noviembre de 1954 Su Santidad Pío XII iba a proclamar en la plaza de San Pedro del Vaticano la Realeza de la Santísima Virgen María como Verdad Fundamental de la Iglesia. A tal efecto se organizó por las hermandades y cofradías sevillanas una peregrinación a Roma encabezada por el mismísimo Cardenal D. Pedro Segura y Sáez.

Se pretendía que las corporaciones asistieran a dicha proclamación con sus estandartes y principales insignias marianas, y nuestra Hermandad de los Gitanos no quería quedarse atrás, pero en cuanto se empezaron a hacer cuentas, los oficiales se enfrentaron a lo que entonces era el problema más frecuente: las dificultades económicas. La Hermandad, que sólo cuatro años antes había retornado a la reconstruida parroquia de San Román, se hallaba inmersa en la costosa tarea de arreglar su capilla y hacer un retablo digno de sus titulares. En cuanto a los componentes de la entonces Junta Gestora, eran en su mayoría personas de humilde condición, que demasiado tenían con llevar adelante a sus familias en una España que aún estaba terminando de recuperarse de las heridas de una guerra civil. Un enfrentamiento en el que nuestra corporación lo había perdido todo, hasta sus veneradas Imágenes. Un desastre del que sólo con los muchos esfuerzos de aquellos abnegados hermanos se estaba empezando a salir.

Se debatió el asunto en un cabildo de oficiales, y visto que sólo se disponía de mil pesetas, se acordó visitar al Cardenal para manifestarle la imposibilidad de afrontar los gastos de ese viaje a Roma, ofreciéndole dicha cantidad para que el prelado dispusiera de ella como mejor viera. Así se hizo, pero el Cardenal, con toda su fama de hombre adusto y severo, no aceptó que su querida Hermandad de los Gitanos se quedara atrás en este acontecimiento. Esas mil pesetas bastarían, y si no, la organización les ayudaría.

Con el tema económico solucionado por el Cardenal, se planteó quien había de representar a la Hermandad en Roma, y aunque en un principio iban a ser el mayordomo D. José Lerida y Vargas, y el fiscal D. José María de la Concha Meneses, a última hora, y a la vista de que sólo este último hermano tenía el pasaporte en regla para viajar, fué el único representante de la hermandad en la ceremonia vaticana. Eso sí, acompañado del estandarte de nuestra corporación, la insignia bordada en 1942 por los sucesores de D. José Caro.


José Mª De la Concha  en Roma con nuestro estandarte, en el centro de la parte superior de la fotografía.

Con motivo de su asistencia a dicho acto, la Hermandad fue condecorada con la medalla pontificia de S.S. Pío XII. Esa medalla con los colores vaticanos que tantas veces hemos visto prendida en dicho estandarte. Pero no fue el único beneficio que se recibió a costa de tal peregrinación. Tan satisfecho quedó el Cardenal Segura con la humilde actitud de nuestra corporación que le concedió el título de Fervorosa, donando además de su peculio particular mil pesetas para que se adquirieran las losetas de la capilla que se estaba reconstruyendo.

Dos años más tarde, en 1956, cuando es Su Eminencia Reverendíama el Cardenal Bueno Monreal el que nos reconoce otro título, el de Hermandad Sacramental, a aquella vieja insignia se le añadió el bordado de una custodia, aunque como tampoco la cofradía andaba sobrada de dineros, se bordó como se pudo el emblema eucarístico en el único hueco que quedaba libre, arriba de la corona, sin deshacer el estandarte. Este detalle fue quizás lo que impulsó a un grupo de hermanos a comprometerse en la realización de uno totalmente nuevo a mediados de los sesenta, aunque el de Caro no quedó arrumbado del todo, y se usaban indistintamente según conviniera.

Mi padre y Francisco Gallardo Caro, "Paco Bigote", posan delante de la Virgen y junto al antiguo estandarte el día de la Natividad de Nuestra Señora de 1972.
 
Mucho después, en la época de la coronación de nuestra Bendita Titular, la junta de D. Manuel Ortega Ezpeleta confió la restauración del antiguo a Bordados Ignacio. Se pasó a nuevo terciopelo y se colocó la custodia en su lugar. Así acompañó a la Santísima Virgen aquel 29 de Octubre de 1988, así estuvo con nosotros en Santiago, en Santa Catalina, en los Terceros, hasta llegar al nuevo santuario. Creo que fue en el 2003 cuando se realizó otro nuevo, y la antigua insignia, con todo su valor histórico y sentimental, quedó arrumbada para siempre en una vitrina del templo, con su medalla de Pío XII y todo, no fuera a ser que estropeara los ricos bordados del nuevo o desluciera su diseño.

Manuel Calvo Soto, Secretario con la Junta que coronó a la Virgen. portando el antiguo estandarte, ya restaurado y con la custodia en el lugar correcto. La medalla pontificia de S.S. Pio XII es la que aparece colgada con la cinta amarilla.


A veces, cuando salgo de besarle el talón al Señor de la Salud me lo encuentro allí postergado, y recuerdo cuantas veces lo llevó mi padre en los muchos años que fue Secretario, y las poquitas que lo llevé yo. Pienso que es todo un símbolo de lo que ha pasado en la Hermandad en los últimos años. Se ganó en riquezas y se perdió en autenticidad. Lo miro con nostalgia y, como estoy medio macandé, hasta acabo hablando con él:

- Sí, sí, el otro tendrá mucho oro, y una enorme galleta, pero tú fuiste hasta Roma a proclamar que Angustias es nuestra Reina