Traemos este mes a estas páginas un oficio fechado en Diciembre de 1950 y firmado por el cura párroco de San Román D. Abraham Pérez Herrero en el que se comunica al entonces Hermano Mayor, Francisco Antúnez Garrido, un decreto de la Vicaría aprobando la composición de la nueva comisión gestora que debía dirigir los destinos de la cofradía, recién regresada ese año a su sede tras la reconstrucción del templo.
El documento, conservado en el archivo de nuestra secretaría, contiene una lista de nombres de abnegados hermanos que hicieron historia en nuestra corporación: Joselito Lérida, Diego de Concepción, Don José Manzano Pérez, José María de la Concha, Nicolás Moreno, Manuel el Mellizo... cualquiera de ellos pudiera servirnos en estas páginas como ejemplo de devoción y entrega a nuestros Sagrados Titulares, pero lo hemos elegido hoy para tratar la figura de un Hermano Mayor que marcó toda una época, Francisco Antúnez Garrido, más conocido en aquella hermandad familiar de entonces por Paco Antúnez.
Nacido en 1890, en Sanlúcar de Barrameda, en el seno de una familia gitana de ascendencia sanluqueña y jerezana -su madre, María Garrido Vega, se bautizó en la pila de Santiago de la ciudad de los gitanos-, Paco Antúnez llegó a Sevilla a muy temprana edad. Con sólo once años vive con su madre, ya viuda, en el número 6 de la calle Delgado, en las cercanías de la Alameda de Hércules, barrio entonces lleno de flamenquería. Su mismo primo, Rafael Ramos Antúnez "El Niño Gloria", y sus primas Luisa y Manuela, "Las Pompis", llegados de Jerez, forjaban allí su carrera como cantaores. No sabemos como Paco tuvo su primer contacto con la hermandad, pero a mi me gusta imaginar a aquel chiquillo asombrado viendo pasar a la cofradía de los suyos por la Alameda o la calle Amor de Dios, como alguna vez hizo antes de la guerra, y prendarse ante la imponente imagen del desaparecido Señor de la Salud, o ante aquella Virgencita a la que Manuel Torres le cantaba aquello de "Eres chiquita y bonita, eres como un Dios te salve".
Paco se hizo un hombre en el mercado de la calle Feria, del que fue tablajero, y a pesar de las estrecheces de la época no le debieron de ir mal las cosas. En aquellos tiempos las cuotas de la hermandad eran voluntarias, y cada uno se obligaba a aportar lo que buenamente podía, pero mientras la mayoría pagaba dos pesetas al mes, él decidió que debía poner diez. Se casó con Felisa Espada Ferro y se fue a vivir a la calle Jabugo, en la Huerta del Fontanal, donde montaron una pescadería y crecieron sus cuatro hijos: María, Eduarda, Francisco y Juan.
Después llegó la guerra, y con ella el incendio de San Román y la destrucción de aquello que él amaba. Harían falta hombres como él para hacer resucitar de sus cenizas aquella desolada hermandad, y no sería nuestro protagonista quien diera un paso atrás. Ya en 1942 lo encontramos formando parte de la comisión gestora. Unos años después, en el 49, es nombrado Hermano Mayor de una corporación agobiada por las deudas y de la que nadie quiere hacerse cargo. Quizás para premiar sus muchos desvelos quiso el Señor concederle el honor de vivir en ese puesto de máxima responsabilidad el retorno de la hermandad a su reconstruida parroquia de San Román, en aquella luminosa y alegre mañana del Año Nuevo de 1950. Y es que aparte de todo, aquel buenazo tenía un carisma y una simpatía natural inigualables, algo en lo que coincidían todos los que le conocieron. Si era un hombre popular en la hermandad, en la ciudad no lo era menos, sobre todo a raíz de los éxitos deportivos de su hijo, Francisco Antúnez Espada, futbolista primero del Real Betis, y después del Sevilla F.C., que protagonizaría el llamado "caso Antúnez", del que se hizo eco hasta Radio Moscú. Jugó incluso con la selección española, y aquella humilde hermandad, siempre tan necesitada, llegó a rifar un balón que el futbolista se trajo de un partido internacional contra Francia, a fin de conseguir fondos para habilitar la capilla del remozado templo (3).
Pero volviendo a nuestro protagonista, a Paco Antúnez, los viejos hermanos contaban y no paraban sus mil y una ocurrencias. Quizás la más sonada fue como se metió en el bolsillo al hombre más adusto y severo de aquella Sevilla de la postguerra. Nada más y nada menos que al Cardenal Segura. Como ya contamos en estas páginas, estaba la hermandad castigada y obligada a realizar su itinerario de regreso por la plaza de la Alfalfa. No era deseo de la junta de gobierno volver por la calle Tetuán como antaño, sino hacerlo por Cuna, pero claro, estaba aquel decreto. Paco Antúnez decidió pedir una audiencia al Cardenal y allí que se plantó en el palacio arzobispal para explicarle sus razones:
-Mire usted, Eminencia Reverendísima, resulta que después de todos los retrasos que sufrimos, salimos de la catedral, tiramos por Placentines y Francos, y ya cuando llegamos a Villegas, con todos los nazarenos reventados y los costaleros molidos, en vez de bajar por el Salvador, para que los viejecitos de San Juan de Dios puedan ver al Señor y a la Virgen, resulta que tenemos que subir la cuestecita esa del Rosario para llegar a la Alfalfa. Y digo yo... ¿Nosotros vamos a comprar pajaritos ni ná?-. Entonces la plaza de la Alfalfa era cada domingo mercadillo de compra y venta de canarios, jilgueros y otras aves exóticas.
Por supuesto que el Cardenal no tuvo más remedio que darle la razón y aceptar su propuesta. Años después D. Pedro Segura y Sáez concedería a la hermandad el título de Fervorosa, y la corporación le correspondió nombrándolo "Gitano de Honor" (4).
Pasado su mandato como Hermano Mayor, continuó sirviendo a la cofradía en distintas juntas como Consiliario, hasta su muerte en octubre de 1961. En un cabildo general celebrado el 25 de Julio de 1962, se le otorga a perpetuidad el número uno en la nómina de la hermandad, que ocupaba ya por antiguedad en el momento de su óbito. Su hijo el futbolista, en esa época ya entrenador del Recreativo de Huelva, regaló ese mismo año a la Virgen una preciosa saya que aún conserva, en homenaje a su padre. Su otro hijo, Juan Antúnez Espada, del que puedo decir con orgullo que fué quien me llevó a la pila del bautismo, se volcaría con la hermandad, formando en diferentes juntas y muriendo en el cargo de Mayordomo. Su nieto Paco, al que también el Señor tenga en su Gloria, y que casualmente tenía sus mismos dos apellidos, fue Consiliario 1º en el primer mandato de nuestro querido Pepe Moreno, y Contador en el segundo.
Y es que como le contesto a su otro nieto, a mi "hermanino" Juani Antúnez, cuando me dice que este año quiere cortarse la coleta y dejar de salir de nazareno, eso de que se nombre la cofradía antes de salir y falte el apellido Antúnez... ¡Eso es que no puede ser!
Oficio comunicando el nombramiento de nueva gestora. Archivo de la Secretaría de la Hdad. (1) |
El documento, conservado en el archivo de nuestra secretaría, contiene una lista de nombres de abnegados hermanos que hicieron historia en nuestra corporación: Joselito Lérida, Diego de Concepción, Don José Manzano Pérez, José María de la Concha, Nicolás Moreno, Manuel el Mellizo... cualquiera de ellos pudiera servirnos en estas páginas como ejemplo de devoción y entrega a nuestros Sagrados Titulares, pero lo hemos elegido hoy para tratar la figura de un Hermano Mayor que marcó toda una época, Francisco Antúnez Garrido, más conocido en aquella hermandad familiar de entonces por Paco Antúnez.
Nacido en 1890, en Sanlúcar de Barrameda, en el seno de una familia gitana de ascendencia sanluqueña y jerezana -su madre, María Garrido Vega, se bautizó en la pila de Santiago de la ciudad de los gitanos-, Paco Antúnez llegó a Sevilla a muy temprana edad. Con sólo once años vive con su madre, ya viuda, en el número 6 de la calle Delgado, en las cercanías de la Alameda de Hércules, barrio entonces lleno de flamenquería. Su mismo primo, Rafael Ramos Antúnez "El Niño Gloria", y sus primas Luisa y Manuela, "Las Pompis", llegados de Jerez, forjaban allí su carrera como cantaores. No sabemos como Paco tuvo su primer contacto con la hermandad, pero a mi me gusta imaginar a aquel chiquillo asombrado viendo pasar a la cofradía de los suyos por la Alameda o la calle Amor de Dios, como alguna vez hizo antes de la guerra, y prendarse ante la imponente imagen del desaparecido Señor de la Salud, o ante aquella Virgencita a la que Manuel Torres le cantaba aquello de "Eres chiquita y bonita, eres como un Dios te salve".
Paco se hizo un hombre en el mercado de la calle Feria, del que fue tablajero, y a pesar de las estrecheces de la época no le debieron de ir mal las cosas. En aquellos tiempos las cuotas de la hermandad eran voluntarias, y cada uno se obligaba a aportar lo que buenamente podía, pero mientras la mayoría pagaba dos pesetas al mes, él decidió que debía poner diez. Se casó con Felisa Espada Ferro y se fue a vivir a la calle Jabugo, en la Huerta del Fontanal, donde montaron una pescadería y crecieron sus cuatro hijos: María, Eduarda, Francisco y Juan.
Hojilla de inscripción de Paco Antúnez. Archivo de la Secretaría de la Hdad. (2) |
Después llegó la guerra, y con ella el incendio de San Román y la destrucción de aquello que él amaba. Harían falta hombres como él para hacer resucitar de sus cenizas aquella desolada hermandad, y no sería nuestro protagonista quien diera un paso atrás. Ya en 1942 lo encontramos formando parte de la comisión gestora. Unos años después, en el 49, es nombrado Hermano Mayor de una corporación agobiada por las deudas y de la que nadie quiere hacerse cargo. Quizás para premiar sus muchos desvelos quiso el Señor concederle el honor de vivir en ese puesto de máxima responsabilidad el retorno de la hermandad a su reconstruida parroquia de San Román, en aquella luminosa y alegre mañana del Año Nuevo de 1950. Y es que aparte de todo, aquel buenazo tenía un carisma y una simpatía natural inigualables, algo en lo que coincidían todos los que le conocieron. Si era un hombre popular en la hermandad, en la ciudad no lo era menos, sobre todo a raíz de los éxitos deportivos de su hijo, Francisco Antúnez Espada, futbolista primero del Real Betis, y después del Sevilla F.C., que protagonizaría el llamado "caso Antúnez", del que se hizo eco hasta Radio Moscú. Jugó incluso con la selección española, y aquella humilde hermandad, siempre tan necesitada, llegó a rifar un balón que el futbolista se trajo de un partido internacional contra Francia, a fin de conseguir fondos para habilitar la capilla del remozado templo (3).
Pero volviendo a nuestro protagonista, a Paco Antúnez, los viejos hermanos contaban y no paraban sus mil y una ocurrencias. Quizás la más sonada fue como se metió en el bolsillo al hombre más adusto y severo de aquella Sevilla de la postguerra. Nada más y nada menos que al Cardenal Segura. Como ya contamos en estas páginas, estaba la hermandad castigada y obligada a realizar su itinerario de regreso por la plaza de la Alfalfa. No era deseo de la junta de gobierno volver por la calle Tetuán como antaño, sino hacerlo por Cuna, pero claro, estaba aquel decreto. Paco Antúnez decidió pedir una audiencia al Cardenal y allí que se plantó en el palacio arzobispal para explicarle sus razones:
-Mire usted, Eminencia Reverendísima, resulta que después de todos los retrasos que sufrimos, salimos de la catedral, tiramos por Placentines y Francos, y ya cuando llegamos a Villegas, con todos los nazarenos reventados y los costaleros molidos, en vez de bajar por el Salvador, para que los viejecitos de San Juan de Dios puedan ver al Señor y a la Virgen, resulta que tenemos que subir la cuestecita esa del Rosario para llegar a la Alfalfa. Y digo yo... ¿Nosotros vamos a comprar pajaritos ni ná?-. Entonces la plaza de la Alfalfa era cada domingo mercadillo de compra y venta de canarios, jilgueros y otras aves exóticas.
Por supuesto que el Cardenal no tuvo más remedio que darle la razón y aceptar su propuesta. Años después D. Pedro Segura y Sáez concedería a la hermandad el título de Fervorosa, y la corporación le correspondió nombrándolo "Gitano de Honor" (4).
Paco Antúnez con Vicente Valencia, Emilio "El Mogro", José Expósito Heredia "El Loqui" y el tío de este. |
Pasado su mandato como Hermano Mayor, continuó sirviendo a la cofradía en distintas juntas como Consiliario, hasta su muerte en octubre de 1961. En un cabildo general celebrado el 25 de Julio de 1962, se le otorga a perpetuidad el número uno en la nómina de la hermandad, que ocupaba ya por antiguedad en el momento de su óbito. Su hijo el futbolista, en esa época ya entrenador del Recreativo de Huelva, regaló ese mismo año a la Virgen una preciosa saya que aún conserva, en homenaje a su padre. Su otro hijo, Juan Antúnez Espada, del que puedo decir con orgullo que fué quien me llevó a la pila del bautismo, se volcaría con la hermandad, formando en diferentes juntas y muriendo en el cargo de Mayordomo. Su nieto Paco, al que también el Señor tenga en su Gloria, y que casualmente tenía sus mismos dos apellidos, fue Consiliario 1º en el primer mandato de nuestro querido Pepe Moreno, y Contador en el segundo.
Y es que como le contesto a su otro nieto, a mi "hermanino" Juani Antúnez, cuando me dice que este año quiere cortarse la coleta y dejar de salir de nazareno, eso de que se nombre la cofradía antes de salir y falte el apellido Antúnez... ¡Eso es que no puede ser!
El Señor de la Salud en 1962, con luto en los respiraderos por la muerte de Paco Antúnez. |
1.- Aunque no se ha conservado el nombramiento de la Comisión Gestora anterior a esta, consta que Antúnez era ya Hermano Mayor en abril de 1949, y como tal firma con su visto bueno el libro-registro de hermanos abierto en esas fechas y diligenciado como Secretario por José Mª de la Concha Meneses.
2.- Al reorganizarse la secretaría en estos años, y no constando la fecha de inscripción de los hermanos más antiguos por la pérdida de los libros anteriores a la guerra, se deja en las hojillas estos datos en blanco, o bien se hace constar "es hermano antiguo". Cuentan que había un libro medio quemado que se utilizó para determinar el orden.
3.- Véase en el blog de temática sevillista "La Palangana Mecánica" "Antúnez y la capilla de los Gitanos"
4.- Al Cardenal Segura se le concede el título de "Gitano de Honor". Su sucesor, José Mª Bueno Monreal sí fué "Hermano Mayor Honorario".