A Francisco Navarro Guerrero (q.e.p.d.). In memoriam.
Mañana será un día grande para la hermandad. El Señor de la Salud presidirá el Via Crucis del Consejo de Hermandades y Cofradías, y toda la ciudad se rendirá ante Él, lo que de seguro nos llenará de un sano orgullo a todos los hermanos. Echaremos sin embargo en falta las caras de los que ya marcharon a su morada celestial, y desde este pasado mes nos va a faltar una más, la de Francisco Navarro.
Paco se hizo hermano allá por mayo de 1961, con veinte años de edad. Él vivía en la Huerta de Santa Teresa, pero tenía su novia en la calle Doña Berenguela, en plena Puerta Osario, y cuando veía que ya se le hacía tarde en la parroquia, o no quería el hombre que lo entretuvieran en "El Uno de San Román" o en el "Remesal", decía:
- ¡Ya voy a estar yo en Doña Berenguela!
La frase originó el apodo con el que muchos lo conocían, "Berenguela", que hasta sonó, no se si por error, en la misa que por su eterno descanso la hermandad le ofreció hace una semana. En mi casa le llamábamos sin embargo "Navarrito", como lo hacía mi padre, que era una docena de años mayor que él, pero con el que pronto compartiría quehaceres en la cofradía, ya que, con sólo veinticinco, Paco fue elegido fiscal en una de las juntas de gobierno de Manolo Moreno (1).
- ¡Ya voy a estar yo en Doña Berenguela!
La frase originó el apodo con el que muchos lo conocían, "Berenguela", que hasta sonó, no se si por error, en la misa que por su eterno descanso la hermandad le ofreció hace una semana. En mi casa le llamábamos sin embargo "Navarrito", como lo hacía mi padre, que era una docena de años mayor que él, pero con el que pronto compartiría quehaceres en la cofradía, ya que, con sólo veinticinco, Paco fue elegido fiscal en una de las juntas de gobierno de Manolo Moreno (1).
ABC de Sevilla, 11 de octubre de 1966, pág. 53. |
Navarrito era uno de los últimos reductos de aquella hermandad familiar que conocí en mi niñez, y desde que tengo uso de razón recuerdo haberlo visto por San Román, pues siempre fue de los hermanos asiduos, presto a echar una mano en lo que hiciera falta. Como era tan atento y tan amigo de sus amigos, lo recuerdo también en mi casa, en una ocasión que se ofreció para ayudar a mi padre en algún arreglo doméstico. Tan cariñoso siempre, mi hermano y yo pensamos que había venido a jugar con nosotros, y debimos de darle aún más faena.
Aquel niño que fui yo, y aquel muchacho de veintitantos acabarían compartiendo junta muchos años después, a mediados de los noventa. Paco Navarro fue prioste segundo con Juan Miguel Ortega Ezpeleta, y yo un demasiado joven e inexperto secretario, pero alguna vez sí me escapé de la secretaría para ayudar a Luciano Conde y a él en la priostía, y se viene a mi memoria una anécdota que me ocurrió la única vez que ayudé a bajar al Señor del altar. Torpe de mí, me pillé los dedos con la peana, por miedo a soltarla antes de tiempo y que pudiera pasarle algo al Cristo, y Paco, viendo la uña amoratada, con la confianza del que te conoce de toda la vida, me consoló:
-Eso nos ha pasado a todos la primera vez. El novato siempre es el último en sacar la mano. Es mucha responsabilidad bajar al Señor.
Mi último madrugá de nazareno, después de tantos años en las filas del Señor de la Salud, decidí que colgaría mi túnica saliendo con la Virgen, y mira por donde, justo detrás mía, tuve toda la noche a un nazareno llamado Francisco Navarro Guerrero. La verdad es que me avergonzó pensar que aquel hombre siguiera al pie del cañón con setenta y tantos años y yo pensara que con cincuenta ya era mi hora de dejar el hábito, pero también ahí el veterano hermano tuvo sus palabras para mí:
-Bueno, no deberías retirarte, pero prepárate para disfrutar de un palio andando. Ahora vas a ver como anda tu Virgen y lo que te has perdido todos estos años -porque Navarrito, con todo lo que quería al Señor, moría con sus Angustias.
Con Ella estará ya, y mañana, cuando estemos en el santuario sé que al mirar para la puerta pequeña, echaré de menos la cara de Paco. El solía sentarse allí en las misas, junto a la portón que da a la tienda de recuerdos, como en San Román las escuchaba de joven en pié junto al cancel, fuera miembro de junta o no. No he conocido en la hermandad a nadie más sencillo, con menos afán de protagonismo y menos ganas de figurar. Pero mañana, cuando Angustias vea a su Hijo salir a las calles de Sevilla, se que alguien, junto al cancel del Cielo, tampoco se perderá un detalle y se sentirá tan orgulloso o más que nosotros: Mi querido Navarrito, que tanto bregó por su hermandad.
1.- Francisco Navarro fue elegido fiscal en cabildo general de elecciones para primeros cargos celebrado el 18 de julio de 1966, cuando se votaba con listas abiertas. Una vez la autoridad eclesiástica los aprobaba, se publicaba en prensa, de ahí la diferencia de fechas entre el cabildo y la nota de prensa de ABC.
2.- Véase en el blog "El estandarte de las monjitas trinitarias".
2.- Véase en el blog "El estandarte de las monjitas trinitarias".
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