jueves, 1 de junio de 2017

UN APRESURADO MIÉRCOLES SANTO EN EL PÓPULO

Es sabido que tanto las reglas fundacionales de 1753, como las aprobadas por el Consejo de Castilla en 1818, mandaban a la Hermandad de los Gitanos realizar su estación de penitencia en la tarde del Jueves Santo. Pero no fueron pocas las ocasiones en que esto no se pudo verificar así, viéndose la corporación obligada a tener que realizarla en la tarde del miércoles de nuestra semana grande. José Bermejo, en sus "Glorias Religiosas de Sevilla", cuenta como tuvo que salir en Miércoles Santo en 1758, 1759, 1761, 1763 y 1766. Lo hizo el Jueves en 1767, volvió al Miércoles en 1768 y 1770, de nuevo el Jueves en 1775, y en Miércoles en 1777 y 1783.

Reorganizada la cofradía tras la Guerra de la Independencia, vuelve a plantearse el mismo problema. Habría que aclarar que en aquella época el cabildo de toma de horas se celebraba en la capilla de las Doncellas de la Catedral el mismo Martes Santo, donde ante el Provisor y Vicario General del Arzobispado y el Asistente de la ciudad o alguno de sus tenientes, se señalaba el día y la hora que correspondía a cada cofradía. En 1818 las autoridades acordaron asignarle a la nuestra como día de salida el Miércoles Santo, pero la hermandad recurrió esta decisión ante la Audiencia y logró salir el día que fijaban sus recién aprobadas reglas, el Jueves Santo. Al año siguiente sin embargo se sucedieron las cosas de otro modo bien diferente. El documento que hoy traemos aquí es precisamente un escrito elevado en 1819 al Teniente Primero del Asistente de la ciudad por el entonces Hermano Mayor, Manuel Camacho, que dice así:


Sevilla 6 de abril de 1819. Señor Teniente Primero.
Manuel Camacho, Hermano mayor de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús de la Salud y María Santísima de las Angustias, sita en el convento del Pópulo, con el debido respeto a Vuestra Señoría dice que habiéndosele señalado para hacer Estación en esta Semana Santa distinta tarde de la que previene su regla aprobada por el real consejo, ocurrió al real Acuerdo quien ha determinado que ejecute su Estación en la tarde del Jueves Santo y que dirija oficio a Vuestra Señoría para que en lo político gubernativo no se lo impida y siendo forzoso que Vuestra Señoría por su parte señale hora, y que de ello se le de certificación para hacerlo constar en el Provisorato a cuyo fin=
Suplica a V.S. sirva decretar uno y otro en merced que espera de su notoria justificación. X. Por el contenido y a su ruego. José Ramírez.

Al margen aparece escrito y rubricado:

Por lo que respecta a esta jurisdicción se señala la hora de las dos de la tarde del Jueves Santo. Lafuente.

En efecto una vez más en la toma de horas se pretendió postergar a aquella cofradía de castellanos nuevos al Miércoles Santo, e igual que el año anterior se planteó el correspondiente recurso ante la Audiencia, decidiendo el Oidor Semanero D. Juan Pedro de Morales que la cofradía debía salir el día que marcaban las reglas, ordenando al Teniente de Asistente que no pusiera impedimentos. Con la certificación de esta resolución en sus manos acudió como hemos visto Manuel Camacho ante el Teniente Primero de Asistente, D. Mariano Lafuente y Oquendo, que se atuvo a lo ordenado por la Audiencia (1). Hasta las diez y media de la noche de aquel Martes Santo no pudo presentarse en el palacio arzobispal la certificación, acompañada de un escrito en el que se instaba a la autoridad eclesiástica a "conceder la hora designada por el gobierno político o señalar la que tenga conveniente para la tarde del referido día, Jueves Santo".

A la una y media de la tarde del mismo Miércoles Santo el Sr. Provisor del Arzobispado concedió que se saliera el Jueves, mandando que se diera a la cofradía la correspondiente certificación, pero después cayó en la cuenta de que, si bien las nuevas reglas tenían la aprobación del Consejo de Castilla, no habían sido aún sometidas a la aprobación del ordinario, circunstancia que aprovechó para dictar otro auto ordenando que se retuviera la certificación en tanto no se presentaran las ordenanzas para su debida aprobación eclesiástica (2). Ante esta situación no hubo más remedio que salir sobre la marcha ese mismo Miércoles Santo, y ya una vez pasada la semana santa, el 29 de abril, se acudió a la Audiencia pidiendo una certificación que testimoniara su decisión. El 12 de mayo D. Félix José de Bormas, escribano de la Audiencia, así lo hizo, y el documento, por su importancia, fue insertado como anexo al libro de reglas.

Es difícil concebir hoy en día como con sólo unas horas para formar una cofradía y ponerla en la calle se conseguía en casos como éste. Es cierto que había muchísimos menos hermanos, el acompañamiento musical era más sencillo, no había dificultades para buscar "gallegos" que portaran los pasos, y el recorrido era mucho menor. La hermandad salía del convento del Pópulo, entraba a la ciudad por la puerta de Triana (3), tiraba por la calle San Pablo hasta la entonces llamada del Ángel, actual Rioja, y ya estaba en la Cruz de la Cerrajería, que marcaba en aquella época el inicio de la carrera oficial, pero aún así cabe imaginarse la de prisas que debieron de tomarse para realizar su estación de penitencia aquellos sufridos hermanos.

Recreación de la cofradía entrando a la ciudad por la puerta de Triana (Eduardo Dorado)


En la Semana Santa de 1820, meses después del pronunciamiento constitucionalista de Riego en las Cabezas de San Juan, se celebró de nuevo en la capilla de las Doncellas el tradicional cabildo de toma de horas, presidido por el anciano y astuto Provisor D. Fabián de Miranda, y el nuevo Alcalde D. Francisco Cavaleri. No compareció ninguna hermandad, ya que se negaron a salir por la publicación de un edicto en el que se ordenaba a los cofrades procesionar con el rostro descubierto, y esta vez, aunque no sirviera para nada, sí que se concedió hora a la corporación gitana para la tarde del Jueves Santo (4).



(1) José Bermejo en sus "Glorias Religiosas de Sevilla" parece que no terminó de enterarse de lo que finalmente sucedió, quizás porque indagó en los papeles de la Audiencia y se quedó en la decisión favorable de las autoridades políticas, dando por hecho que se consiguió salir el Jueves Santo y obviando todo lo que sucedió después en el palacio arzobispal, pero el expediente del archivo arzobispal es clarísimo al respecto.

(2) La excusa no dejaba de ser un ardid, por cuanto que, como ya se ha dicho, las antiguas reglas, que sí tenían la aprobación eclesiástica, también fijaban el Jueves Santo como día de la estación de penitencia.

(3) Las reglas fundacionales especificaban que la cofradía debía entrar a la ciudad por la puerta de Triana, mientras que saldría de ella por la del Arenal. La disposición se puso cuando la hermandad se constituía en Triana y se pensaba en cruzar el viejo puente de barcas, pero por la situación geográfica del convento del Pópulo valió también cuando la corporación se estableció allí.

 (4) "La Semana Santa y las cofradías de Sevilla de 1820 a 1823". Manuel Chaves Rey. Sevilla. 1895.




lunes, 1 de mayo de 2017

LA LEGIÓN EN SAN ROMÁN

En 1969, que se cumplían treinta años del fin de la guerra civil, las autoridades deseaban darle a lo que entonces se conocía como el desfile conmemorativo de la paz una especial relevancia, y para ello en Sevilla se quiso contar con el cuerpo militar más popular, con la Legión. El Ayuntamiento pretendía tambien rendir homenaje a la V Bandera del Tercio Duque de Alba, que había tenido gran protagonismo en todo cuanto aconteció en Sevilla durante los primeros días de la guerra civil, y al efecto regaló a dicha unidad una réplica del pendón de la ciudad.

En aquellos años sesenta, en los que tan de moda estaba que las cofradías hicieran hermanos de honor a personas e instituciones de relevancia social, a alguien de  nuestra Hermandad de los Gitanos se le debió de ocurrir conceder esta distinción a la unidad legionaria que visitaba esos días la ciudad (1). Hay que tener presente también el contexto de la época. Unos años antes, en 1966, con gran disgusto de la junta de gobierno, la Banda de la 2ª Comandancia Móvil de la Guardia Civil de Eritaña había dejado el acompañamiento musical de nuestra cofradía para tocar en Utrera, donde una hermandad había hecho a uno de sus mandos hermano mayor honorario (2). Tras unas estaciones de penitencia con bandas que no estuvieron a la altura de la agrupación de Eritaña, se pensó en la Legión como una alternativa que además llamaría muchísimo la atención en la madrugá sevillana, pero en lugar de otorgarle una distinción a una persona individual, se hizo colectivamente a los jefes, oficiales, suboficiales y caballeros legionarios de aquella V Bandera.

En aquel mismo domingo primero de junio que se celebró el desfile, ya por la tarde, una representación legionaria encabezada por el teniente coronel jefe accidental del Tercio Duque de Alba, D. Enrique León Gallo, se plantó en San Román para recoger el nombramiento, jurar las reglas y recibir la medalla de la corporación. El revuelo que se formó entre toda la chiquillería del barrio, que copaba la vieja parroquia, admirada ante aquellos marciales componentes del Tercio, fue monumental. El Señor estaba en el altar mayor para presidir los cultos eucarísticos que comenzaban esa semana, y hasta el púlpito fue tomado al asalto por la chavalería. Tras el acto marcharon hacia la Macarena, donde también se les agazajó (3).

La hermandad fue meses después invitada a asistir en Ceuta a los actos del cincuenta aniversario de la creación de la Legión, y en la Semana Santa siguiente los legionarios y su banda de cornetas y tambores volvieron a San Román para acompañar al Señor de la Salud en su estación de penitencia, dando escolta a los pasos una escuadra de gastadores durante todo el Jueves Santo. Finalmente aquella madrugá de 1970 se presentó lluviosa y nos quedamos sin saber como hubiera resultado ese insólito acompañamiento musical. De aquella jornada y de esa escolta legionaria existen unas conocidas fotos, pero hoy os quiero traer a estas páginas las que se tomaron aquel 1 de junio de 1969, en el que la desaparecida V Bandera del Tercio Duque de Alba, II de la Legión, juró nuestras viejas reglas. En el reportaje, realizado por el fotógrafo Valentín, podemos ver al teniente coronel Sr. León Gallo prestando el juramento ante el bueno de don Crescencio Moreno, cura párroco de San Román, a Manuel Moreno Serrano, hermano mayor en esos años, al teniente de alcalde del la ciudad D. Antonio Canela Morato, y a mi padre, de secretario con las reglas. Porta el estandarte Francisco Navarro Guerrero, al que acompañan con varas Antonio Lorente Garfia, Juan Antúnez Espada, Francisco Lobato Ricca, José Moreno Serrano y Antonio Moreno Bermúdez, padre de nuestro actual hermano mayor, y que ocuparía también dicho cargo años después de estas instantáneas. Al lado de la representación, Pepe el Sacristán y su sobrina, que tampoco quisieron perderse tan singular acto. En fin, todo un testimonio gráfico de otra hermandad y otra época.


 
 
 
 
 
 
 
 
 


(1) Ese mismo año de 1969, el Jueves Santo, había sido recibido también como hermano de honor el capitán general de la región, D. Manuel Chamorro Martínez, y en 1966 lo fue D. Benigno González, redactor de ABC y antiguo legionario.
(2) Actas de cabildos de oficiales celebrados el 13 de diciembre de 1965 y el 12 de enero de 1967.
(3) E diario ABC de Sevilla, en su edición de 3 de junio de 1969, pág.37, hace una crónica pormenorizada de ambos actos.

sábado, 1 de abril de 2017

MUÑOZ Y PABÓN, DE MADRUGADA



Hay una especie de racismo, pretendidamente más amable, que se manifiesta en el tono condescendiente, en el chiste o la supuesta gracieta a costa del que es diferente. Es el que observamos en algunas películas americanas, donde con frecuencia el negro es el personaje cómico a ridiculizar. La etnia gitana también lo ha sufrido en nuestro país, e incluso cabe decir, por lo que vemos en algunos programas de televisión, que lo sigue sufriendo.

La Hermandad de los Gitanos tampoco se ha salvado de ese trato injusto. Me acuerdo siempre al respecto de una anécdota que contaba mi padre ocurrida allá por los años sesenta, una mañana de Jueves Santo en San Román. Unas señoras muy encopetadas observaban de cerca el paso de la Santísima Virgen, ya montado para su salida, y parecían reírse mucho. Mi padre, que las observaba, se acercó a escuchar que les parecía tan chistoso.

- Mira que graciosos los gitanitos –le decía una a otra- ¡El golpe de lazo rojo que le han puesto a la Virgen en el pecherín! ¿Y eso dorado que cuelga del lazo? ¿Lo habrán sacado del serrín? –decía la buena señora refiriéndose con esto a las baratijas que se sacaban en la feria escondidas entre serrín como una atracción más.

- Estará usted tomándole el pelo a su amiga ¿no, señora? Usted, con su categoría, no puede desconocer que eso no viene del serrín, que es el Toisón de Oro del difunto señor Duque de Alba –terció mi padre en la conversación sin poder callarse más.

Viene todo esto a cuento de que hoy vamos a colgar aquí un artículo periodístico de Muñoz y Pabón que no agradó mucho en la Hermandad, precisamente por emplear ese tono del que venimos hablando.

El canónigo y escritor D. Juan Francisco Muñoz y Pabón (Hinojos, 1866 - Sevilla, 1920),  publicó una serie de relatos en el periódico madrileño El Debate, que luego recogió en un libro titulado “En el Cielo de la Tierra” (1918). Una de estas “siluetas”, como él las denominaba, la dedicó a la Hermandad de Los Gitanos, y en ella, con un costumbrismo exagerado, lleno de tópicos y rayano en el clasismo, pretendió retratar un cabildo de la cofradía, precisamente aquel en el que se acordaba la primera salida procesional desde San Román, tras décadas sin que la corporación pudiera realizarla. Cuenta el cánonigo que había tenido conocimiento de dicha reunión a través de su sobrino, el también sacerdote D. Antonio Ruiz de Vargas y Muñoz, Párroco de San Román y Santa Catalina, aunque éste ocupó dicho cargo con posterioridad a 1891, que es cuando se debió de celebrar este cabildo de salida. La “silueta” tiene pues poca verosimilitud histórica y habría que entender esta referencia como una licencia literaria. Después de todo Muñoz y Pabón utiliza todos los recursos posibles para hacer su gracia, parodiando a aquellos hermanos en sus expresiones y utilizando un tono de superioridad para nada apropiado, pero que supongo que sería muy del gusto de la buena sociedad de la época con la que el canónigo se relacionaba y a la que parece que se dirige.


Juan Francisco Muñoz y Pabón



Sí que cuenta después un suceso acontecido a las puertas de la catedral que parece que efectivamente ocurrió, y que tuvo como protagonista a D. Jerónimo Álvarez Troya, el Provisor del arzobispado, tío del cofrade del Calvario D. Jerónimo Gil Álvarez, que tanto tuvieron que ver en el orden procesional de la madrugada sevillana. Resulta paradójico que la persona responsable de que la cofradía ocupara contra todo derecho el último lugar en la nómina, fuera precisamente la que pretendiera negarle el acceso a la catedral por llegar tarde. Al paso que vamos, y con el retraso en los horarios de la madrugada, no sería extraño que la escena se volviera a repetir.

Me he pensado mucho si cabía colgar este artículo en este blog dedicado a la historia de la Hermandad. El Boletín de las Cofradías de Sevilla lo publicó en su número de Diciembre de 1964, y las personas que entonces llevaban el gobierno de la Hermandad –entre ellos mi padre- se lo tomaron muy malamente, dirigiendo un escrito de quejas a su Director, que en el número siguiente se retractaba publicando otro artículo titulado “La verdad sobre los gitanos”.

Como hay que ser justo, y no cabe tampoco juzgar con una mentalidad actual las de otras épocas, en descargo de Muñoz y Pabón cabría decir que defendió con su pluma que el funeral de Joselito el Gallo se celebrara en la catedral, en contra de una parte de esa buena sociedad de la que hemos hablado, escandalizada por el hecho de que un torero, y encima gitano, recibiera a su muerte tales honores.

Aquí queda pues la silueta de Muñoz y Pabón, aunque sólo sea como ejemplo de ese tratamiento injusto que tantas veces ha recibido la Hermandad y sobre todo las personas componentes de la etnia que la fundó.

 
De Madrugada

- Hace frío, ¿verdad?
- Me parece que las tres de la madrugada no es hora como para coger ninguna insolación... Embózate bien, y vayámonos hacia la Catedral, y nos encontraremos dentro de ella con la Cofradía del Silencio; de seguida la del Gran Poder, luego la de la Macarena; detrás la del Calvario; la de las Tres Caídas, de San Jacinto, y por finiquito y remate la de los Gitanos, de San Román.
- Pero... ¿hay una Cofradía de gitanos?
- ¿Y por qué no? ¿No son hijos de Dios, como nosotros? ¡Que le toque un "castellano", como ellos nos llaman, a su Cristo de la Salud...! Ese es de ellos y para ellos; así los de la barriada de la Puerta Osario, como los de las Lumbreras de San Lorenzo, de la Cava de Triana..., ¡de dondequiera que haya un gitano neto, un "cañí ligítimo"!, viene un cofrade fervorosísimo -claro está, a su manera- del Santísimo Cristo de la Salud.
No les exijamos a los pobrecitos la corrección de formas, ni la piedad ilustrada de las Cofradías del centro de la ciudad, donde está todo lo más piadoso, con todo lo leído y escribido, lo aristocrático y lo "crema" de la población. Contentémonos con su fe ciega en "su Señó" y su amor en "su Vige".
Un Cabildo, que me contó mi sobrino, el párroco de San Román:
Reunidos los cofrades -no tienen libro de cuentas ni de actas... ¡nada!- el que hace de caporal, un gitano patriarca, grande como un profeta de los del monumento, negro como el hollín de su herrería y con la voz cascada y aguardentosa, ha tomado la palabra, para decir al compacto concurso, que se rasca la cabeza destocada, o le da una chupada a la colilla:
-¡Conque ustede diréi qué jacemo con ese hombre! ("Ese hombre" es el Jesús Nazareno, que desde luego no es considerado como "una mera imagen", desde que se le da el dictado de "ese hombre").
-¡¡Probecito!!, -sigue diciendo, con la voz entrecortada por la emoción.
-¡Una jarapá de año, sin vé la calle...! (¡La falta que le hará al Santo Cristo ver la calle!).
-De modo que era semenesté que mos echáramo un jierro en la cara, si era semenesté, y lo echáramo ogaño a la calle ar probecito… (Se conmueve, y llora).
(Varias voces al unísono):
-¡Mu bien que ha estao!
-¡Cabá!
-¡Prefetamente!
-¡Chipé!
-¡Mu regulá!
-Pero la cosa es -prosigue el orador- que no tenemos ¡naíta del mundo…! La Vige ¡sin tené que ponerse la probecita! Er manto tó espintao, ¡y no arrecuerga, ni ná!... ¡Y alospué la tapaera que se pone por encima, toa llena de bujeros…!
A lo que otro cofrade, procedente de la calle Conde Negro, salta y dice:
-Y tú, que tan güen bailaó has sío siempre, ¿no has oío la copla de siguirilla: Con un pañuelo branco que yo me pongo, titas las e mi barrio las abandono…? Po una Vige, como la nuestra no es semenesté ni güenos mantos, ni naíta en er mundo de lo que Dios crió... ¡Con subirse en er paso se las come a toas...! ¡Pero a toítas!
(Varias voces):
-¡Y que lo diga!
-¡Ajajá!
-¡Prefetamente!
-Entonce -pregunta el preopinante-, ¿salemo u no salemo... ?
(Todos).
-¡Que si salemo? iVaiga que si salemos! ¡Tuviá que vé!
Y salieron, y saliendo continúan, habiendo conseguido en pocos años y a fuerza de sacrificios inauditos –sacrificios que sólo explican la fe y el amor- sacar dos pasos decorosísimos, que no desdicen de las celebérrimas Cofradías de madrugada. Ya los verás.
Y nos sentamos en sendas sillas al pie del monumento.
-Por cierto que un año, en que llegaron a la Catedral, cuando iba ya a empezar el sermón de Pasión que se predica ahí en ese púlpito a las siete de la mañana, el Arcipreste entonces de la Catedral y Provisor del Arzobispado, D. Jerónimo Alvarez Troya, el hombre más cejijunto y áspero de carácter, al par que más hermoso de corazón y más cofradiero, por añadidura, que imaginarte puedas, salió a la puerta de San Miguel a atajarles el paso. Iba a empezar el sermón y el Cabildo tenía prohibida la entrada de Cofradías a aquella hora. ¡Lo sentía muchísmo!, pero no podía ser.
-Entonce, pare cura e mi arma, ¿mos vamo a queá sin vé er monumento y ¡sin que lo vea er Señó?
-¡Qué quiere usted...! ¡Han llegado tan tarde...!
-Pero si ha sío por mó de que se mos ha rompío un candelauro, y himos tenío que entablillarle un brazo como a una persona, anque en mala comparación ¡lo cuá que es emprestao, misté qué dijusto, sin comerlo ni beberlo!, y himos tenío que está parao mú cerquita de una hora en la Campana. ..! ¡Si no himos podío, santo señó!
-Pues es imposible!
-Es que si hay que pagá argo, ¡Se paga, y santas pascua!
-¡Qué pagar, ni pagar...! Es que el Cabildo lo tiene prohibido, y los acuerdos capitulares hay que cumplirlos, caiga el que caiga.
-¿De moo que no?
- ¡No,señor!... 
El gitano dió media vuelta. y con la voz entrecortada por el llanto y el antifaz del capirote mojado en lágrimas, se dirigió a la Sagrada Imagen, para decirle con un dolor sin medida:
- ¡Ay Parecito de mi arma…! ¡¡Qué esgraciaito ere…!! ¡¡Que ni en tu casa te admiten!!
Aquel lamento del alma, donde iba toda la fe y todo el amor y hasta toda la compasión hacia Jesucristo, que cabe en el corazón de un redimido, fue un mordisco en las entrañas de caridad del bueno de D. Jerónimo. Y, sorbiéndose las lágrimas en que los ojos se le arrasaron, y "haciendo más pucheros" que en Triana, cogió a nuestro gitano por el brazo, y díjole en un arranque de los suyos:
-¡Pase usted, amigo…! Pero volando, que va a empezar el sermón...
¡Dime si no es tan respetable la Cofradía de los Gitanos, que creen y aman, como las de los que hacen lo mismo, sólo con buenas formas…!

                                                                                Juan F. Muñoz y Pabón


Una curiosa postal de una entrada de la cofradía en San Román a principios del siglo XX, con las puertas del templo aún cerradas ¿Se habría quedado dormido el sobrino de Muñoz y Pabón?


miércoles, 1 de marzo de 2017

EL DESAPARECIDO MANTO VERDE

Hace unos meses, recordando a Manolito Bermúdez, mencionamos el manto verde que un grupo de hermanos regaló a nuestra Bendita Titular allá por 1962. He encontrado en el archivo de mi padre unas cuentas que se enviaron a cada uno de los donantes y que nos aclaran como fue realizada la prenda.

Era intención de los donantes que la Virgen tuviera un manto de camarín que completara su entonces escaso ajuar, y se pensó que debía de ser verde, color que la liturgia reserva al tiempo ordinario. A tal efecto se compró el terciopelo en los almacenes Ferbu de la calle Cuna, al precio de 1.770 pesetas. Los forros se adquirieron en los Almacenes Ciudad de Sevilla de la calle Álvarez Quintero, por 420 pesetas, y también dos comercios sevillanos tan tradicionales como Cordonería Alba y Casa Rodríguez, de la calle Francos, tuvieron su parte en la obra, vendiendo el material de bordado a 725 y 1.572 pesetas respectivamente.

Para el diseño se contó con la colaboración del imaginero José Paz Vélez, que cuantificó su dibujo del bordado en  500 pesetas, que no quiso cobrar, y algo similar ocurrió con  Dolores Pérez Tascones, "Lolita la Bordadora", como era conocida en el seno de las cofradías, que tampoco quiso tomar las 2.500 pesetas en que se valoró su trabajo, y sólo aceptó las 199,50 pesetas que se había gastado en los "avíos".

En cuanto a la confección del manto en sí, en los papeles aparece el nombre del entonces prioste y vestidor de la Virgen, Juan Miguel Ortega Ezpeleta, años después hermano mayor, que donó el importe de los trabajos de costura: 400 pesetas. De su trabajo y del de su madre, pués aquella venerable gitana que se llamó María Ezpeleta Moreno, que parió a dos hermanos mayores de nuestra hermandad, también echó sus horitas con la aguja y el hilo.

El manto se estrenó el 30 de Diciembre de 1962, en el Triduo que entonces se celebraba previo al Besamanos del dia de año nuevo, y que ese año se realizó excepcionalmente en el altar mayor de San Román y además duró dos días.

Besamanos en San Román de María Santísima de las Angustias el 1 de Enero de 1963.
Nuestra Señora con el Evangelista presidiendo el retablo de la capilla en San Román. 1982.
Quinario de 1992


Lamentablemente este manto no se conservó como tenía que haber quedado, como reliquia de otros tiempos, y primero se quiso enriquecer en los años noventa, añadiéndosele unos bordados de Fernández y Enríquez, y después se desbarató a principios de este siglo para aprovechar parte de su guardilla en uno nuevo de color azul cobalto. Precisamente el que la Virgen está usando estos días. Posteriormente Ortega Ezpeleta, en un nuevo mandato, trató de arreglar el desaguisado encargando al taller de Brenes otro manto verde con grandes bordados que ya nada tenía que ver con éste del que hablamos.

De todos modos, muchos recordaremos siempre a la Virgen vestida así en nuestra infancia, con aquel humilde manto que le regalaron aquellos devotos hermanos, en su mayoría ya fallecidos.






miércoles, 1 de febrero de 2017

HOMENAJE A PEPE VALENCIA

José García González (1909-1981) fue un inimitable saetero que marcó toda una época de la cofradía. Gandinguero en el mercado de la Encarnación, tomó como suyo principal el segundo apellido de su padre, Vicente García Valencia, de modo que era conocido en dicha plaza y por todos los aficionados sevillanos al cante como "Pepe Valencia". Su señora madre, Salud González Mato, "Mamá Salud" como se le llamaba en la hermandad, era toda una institución en el seno de la corporación, y no era poco frecuente que al recogerse la cofradía junta de gobierno y todos los más allegados acabaran en su domicilio de la calle Gerona (1).

Entre los viejos papeles de mi padre guardo un folio mecanografiado, que probablemente escribiría con vistas al boletín de la hermandad, en el que se dedicaba a realizar una semblanza del saetero. Que yo recuerde estas líneas no llegaron a publicarse nunca, así que me ha parecido interesante incluirlas en el blog.  Dicen así:


Recuerdos también que conservo del saetero son una invitación a un banquete de honor que se le ofreció pasada la semana santa de 1965, a él y al entonces capataz Salvador Dorado Vázquez "El Penitente", así como una foto del mismo ágape en el restaurante La Pastora. 



Restaurante la Pastora. 4 de abril de 1965. Sentado en primer plano Manuel Lérida García "El Mellizo", de pié a su lado mi padre, en sus primeros años como secretario, atrás José Moreno Serrano, entonces teniente de hermano mayor, y junto a él, el párroco D. Crescencio Moreno. Presiden la mesa Pepe Valencia y Salvador Dorado, y al fondo aparece también incorporado Vicente Valencia.

La hermandad quiso tributarle otro homenaje más años después de su fallecimiento. Con motivo de la coronación canónica de nuestra Bendita Titular, y a su paso por la calle Cuna en el rosario de la aurora con el que se trasladó a la Catedral, al alba de aquel 23 de octubre de 1988, se descubrió un azulejo con la letra de su más famosa saeta a la Virgen, justo en aquella esquina con Cerrajería en la que Pepe Valencia tantas veces le cantó.




Para terminar, os dejo dos saetas de Pepe Valencia dedicadas a nuestros titulares






 


1. En los libros de actas se recoje una curiosa mención a Mamá Salud. En Cabildo General celebrado el 18 de julio de 1967, en el apartado de ruegos y preguntas, el hermano Manuel Bermúdez Vargas, aquel "Manolito Bermúdez" del que ya hablamos en estas páginas, cuestiona a la junta porqué la cofradía pasa en su procesionar hacia la catedral por la calle Gerona, en vez de ir directamente desde la calle Peñuelas a Doña María Coronel, y el hermano mayor contesta que «se hace en atención a doña Salud González Mato, persona ya anciana, bienhechora de nuestra hermandad y madre de nuestro hermano don Vicente García González y de "Pepe Valencia", por cuyo lugar seguirá pasando mientras Dios le conceda la vida».

lunes, 2 de enero de 2017

¿FUE MANOLO CARACOL HERMANO MAYOR DE LOS GITANOS?

Era yo un chiquillo en edad escolar cuando leí aquel libro que andaba por casa, "Historia de las Cofradías Sevillanas", de Pedro Liaño Gómez, en el que tratando de la historia de nuestra corporación, aparece el dato que hoy vamos a discutir. Dice así:

La Virgen y su Hermandad recibieron siempre la ofrenda de los más insignes prohombres y personalidades que la admiran y quieren y todo hacia Ella son manifestaciones de esa devoción. Posee la Celestial Señora una saya confeccionada con el traje de bodas de la esposa del General Queipo de Llano y sobre la misma, pasado, el bordado en oro del traje de luces del que fue su Hermano Mayor Gitanillo de Triana famosísimo matador de toros conocido también por "Curro Puya", siendo miembros notables de esta Hermandad don Manuel Ortega Jiménez, que también fue Hermano Mayor, conocido por "Manolo Caracol" (1)

Nombrar a Caracol en casa era hablar del ídolo de mi padre, que desde niño había seguido su carrera con la mayor de las admiraciones. Tenía todos sus discos, guardaba las entradas y libretos de las muchas veces que había ido a ver sus espectáculos en el desaparecido Teatro San Fernando, y si se canturreaba algo, que era muy aficionado, lo hacía imitando a su artista favorito. Recuerdo cómo le pregunté por lo que acababa de leer. Había de momento un error que saltaba a primera vista. Manolo Caracol tenía como segundo apellido Juárez, no Jiménez ¿pero qué había de verdad en lo que se decía de que había sido hermano mayor? Mi padre ni me confirmó ni me lo desmintió. Él no fue hermano hasta 1958, pero sí me dijo que había escuchado algo sobre el particular y le habían contado que eso no era así, que Caracol no llegó a ocupar tal cargo. Por otra parte, él mismo había indagado y no constaba siquiera que hubiera sido hermano. No aparecía en los libros que entonces él mismo custodiaba en calidad de secretario (2).

Años después le hice la misma pregunta a José Lérida y Vargas, infatigable mayordomo de la cofradía en aquellos primeros años de la década de los cincuenta del pasado siglo, y me informó de algo más. Joselito Lérida -toda la hermandad y media Sevilla lo conocían por el cariñoso diminutivo- me había regalado agradecido una fotocopia de una entrevista que le hizo Enrique Hernández-Luike para la sección cofradiera del diario "Sevilla" (3). Yo era entoces un veinteañero, y él octogenario, pero me gustaba visitarlo en su domicilio para que me contara historias antiguas de la hermandad, y a veces incluso le hacía de lazarillo cuando el hombre salía a vender a amigos y conocidos los libros de poemas que escribía, y cuyos beneficios dedicaba a ayudar a las Hermanitas de la Cruz. El caso es que en aquel número de "Sevilla", fechado en marzo del 53, cuando la cofradía conmemoraba su segundo centenario, volvía a aparecer el dato en cuestión. Figuraba la composición de la comisión gestora que gobernaba entonces la hermandad, y de nuevo Manuel Ortega Juárez en el cargo de hermano mayor. Desde luego que interrogué sobre el particular al tío José y me contó como, con ocasión del recibimiento como hermana de su hija Luisa, Caracol se había ofrecido a ayudar a costear un nuevo retablo para las imágenes en la capilla que ocupaban de la recién restaurada parroquia de San Román. No era la primera vez que el artista colaboraba económicamente con la hermandad. También había ayudado unos años antes, junto a su entonces pareja artística, Lola Flores, a saldar las deudas contraídas con motivo de la adquisición del nuevo paso para el Señor de la Salud realizado en los talleres de Pérez Calvo, dedicando al efecto dos funciones de su espectáculo "Zambra 1946" (4) .


Luisa Ortega jurando las reglas de la Hermandad de los Gitanos en 1952. Atrás su padre con vara.

Los hermanos que entonces llevaban el gobierno de la hermandad pensaron que la mejor manera de comprometerlo en el asunto del retablo era haciéndolo formar parte de la gestora, y efectivamente fue nombrado gestor por la autoridad eclesiástica en febrero de 1953. Y no solo él, también su hijo Enrique y su yerno Arturo Pavón entraron en aquella junta gestora, pero el cantaor, por sus obligaciones profesionales, y porque ya vivía más en Madrid que en Sevilla, apareció lo justito por San Román, teniéndolo que suplir la mayoría de las veces su antecesor en el cargo, el recordado Paco Antúnez, que era a la sazón teniente de hermano mayor. Y en cuanto a los dineros prometidos... contaba el tío José que aportó, pero no lo que esperaban. Al año siguiente se tuvo que reorganizar la gestora, entrando a formar parte de ella como hermano mayor José Vega de los Reyes, otro de los "Gitanillos de Triana".



Hace poco, encontré y compré en una página de coleccionismo una vieja convocatoria de mano de los cultos de 1953, editada -como prácticamente toda la documentación de la hermandad de la época- en la imprenta de D. Francisco Vera Mármol, hermano mayor honorario de la corporación, y ahí está de nuevo el nombre del genio de la calle Lumbreras (5). Aquí os dejo esta convocatoria para terminar de ilustrar esta entrada sobre el gran Manolo Caracol y su relación con la Hermandad de los Gitanos, y que cada cual saque sus conclusiones.





Notas
  1. "Historia de las Cofradías Sevillanas", de Pedro Liaño Gómez, editado en nuestra ciudad 1964 por la imprenta Garrido, páginas 230 y 231.
  2. Ni aparece en el libro de hermanos de 1954, con diligencia de apertura fechada el 27 de julio de ese año, firmada por el secretario José Mª Loreto Lázaro y con el visto bueno del hermano mayor José Vega de los Reyes, ni en el que en 1987 recuperó para la hermandad el historiador Juan de Dios Ruiz Sambruno, diligenciado en abril de 1949 por el secretario José Mª De la Concha Meneses, con el visto bueno del hermano mayor Francisco Antúnez Garrido. Tampoco se encuentra su hojilla de inscripción. 
  3. Diario SEVILLA. Edición de 9 de marzo de 1953.
  4. Diario ABC de Sevilla. Edición del 14 de mayo de 1946. Página 26.
  5. En el archivo de nuestra secretaría se conserva una copia de esta convocatoria de mano. Es exactamente igual, sólo que sin ningún nombre de hermano o bienhechor rellenando el renglón del destinatario. La que yo he adquirido en "Todocolección" a Javier de la Torre León se envió a Angel Márquez Vera, que tampoco aparece en los libros de hermanos, pero como quiera que lleva adjunto un petitorio de limosna para contribuir con los cultos y a la estación de penitencia, puede que fuera algun comerciante al que se le solicitaba ayuda.

viernes, 2 de diciembre de 2016

LAS SAETAS DE MANOLITO BERMÚDEZ

Quiero traer a estas páginas la evocación de un hermano que hace mucho que nos dejó, casi medio siglo, pero que, a pesar de su paso fugaz por la vida, dejó una profunda huella de cariñoso recuerdo en todos los que le trataron. Nuestra corporación siempre fue pródiga en esta clase de cofrades, humildes y sencillos, pero con un corazón que no les cabía en el pecho, y uno de ellos fue Manuel Bermúdez Vargas, "Manolito Bermúdez" para los que le conocieron.



Manuel nació en el número 73 de la calle Sol, en el seno de una familia gitana de la Puerta Osario con honda tradición en la hermandad. Su abuelo, José Bermúdez Reyes, herrero de la calle Conde Negro, fue mayordomo y uno de los firmantes de la solicitud para que la cofradía realizara su primera salida procesional desde la parroquia de San Román en 1891. Los hijos de aquel hombre de fragua, Santos y Juan José, formaron parte de la gestora que tomó las riendas de la Hermandad en 1942 y aparecen en el libro de 1949, ya afincados en la calle Sol, con los números uno y dos de la nómina. Para el joven Manolito, con esta herencia a sus espaldas, la hermandad era algo fundamental en la vida, algo para vivir los 365 dias del año. Cuentan que no faltaba a unos cultos, ni a las tertulias en "El Uno de San Román", en el "Remesal", o en "La Playa" de la calle Enladrillada, en aquellos tiempos en que no teníamos casa de hermandad y había que reunirse en tabernas o en casas particulares, pero en los que la convivencia entre hermanos era mucho más intensa. No llegó a ser miembro de junta, por su juventud y temprano fallecimiento, pero estaba en todas aquellos encuentros en las que se hacían números para ver como se conseguían las pesetas para hacer un manto para la Virgen, unos faldones para el paso del Señor, o un nuevo enser que mejorara el entonces pobre patrimonio de la hermandad.

María Stma. de las Angustias en Diciembre de 1962, vestida con el manto verde
  de camarín que le donó un grupo de hermanos, entre ellos Manuel Bermúdez Vargas.


Supongo que sería en una de aquellas tertulias cuando Manuel escribió de su puño y letra aquellos versos en forma de saetas y se los regaló a mi padre con una cariñosa dedicatoria. Lo mismo fue para que mi padre, tan aficionado, las cantara en alguna ocasión. La prematura y repentina muerte de Bermúdez en 1970, en la flor de la vida, que conmocionó a aquella hermandad tan familiar, hizo quizás que su destinatario le diera aún más valor a aquellos sencillos poemas que le había regalado aquel malogrado hermano y amigo, y que los guardara entre sus muchos papeles como oro en paño. No tendrán probablemente un gran valor literario o histórico, pero para él tenían el significado de la amistad sincera, y eran además ejemplo de una devoción incondicional a Nuestro Padre Jesús de la Salud y a su bendita madre María Santísima de las Angustias. Aqui os dejo esas saetas de Manuel Bermúdez Vargas, al que el Señor seguro que tendrá en su gloria, en esa eterna y feliz madrugada que nos prometió.





Angustias que pobre es tu manto
Tú que vienes llorosa
Pa mí que te quiero tanto
siendo Tú la más hermosa
que sale en el viernes santo 

Por excelencia y Generala
de los Gitanos eres flor
eres Reina y Soberana
eres la Madre de Dios
Estrella de la mañana

Toito er mundo ha confesao
que tú eres la más bonita
la del color bronceao
Gitana pura y bendita
por to tus cuatro costao

Bajo palio transparente
vas luciendo tu hermosura
mecedla, por Dios, mecedla
que esa Gitana es tan pura
que me da emoción el verla

Mare mía de las Angustias
¿Quién es tu hermano mayor
que te saca tan bonita
que te saca tan bonita
y reluces como el Sol? 

Angustias y doble Angustias
llevas en tu cara porque eres
la madrecita de mi Dios
la Gitanita más guapa
del tronco de Faraón.

Que no se roce un varal
que no se mueva una flor
Esa es la Madre de Dios
Ten cuidao capataz
la Reina de San Román

Aprieta el paso María
si a tu hijo quieres ver
tres horas quedan pal día
y no llega al amanecer

Madre mía de las Angustias
extiende tu mano santa
y échale la bendición
a to aquel que sea gitano
y tenga en ti devoción