El semanario madrileño Blanco y Negro publicaba el 15 de Septiembre de 1929 -año recordemos de la Exposición Iberoamericana de Sevilla- un relato corto del dramaturgo Pedro Pérez Fernández que tenía como protagonista a nuestra Hermandad de los Gitanos. El propio autor en el título lo calificaba como cuento anecdótico, por lo que sospechamos que el suceso que refiere nunca ocurrió, y que se trata de un bulo más entre todos cuantos se han achacado a nuestra cofradía (1).
Pérez Fernández, colaborador del más afamado escritor Pedro Muñoz Seca, fue con éste uno de los creadores de ese género teatral cómico llamado la astracanada, tan de moda en esa época, y en el que se perseguía la risa a costa de recursos fáciles, situaciones disparatadas y la subversión del lenguaje. El cuento que hoy traemos no es una excepción en la obra de este autor, y está repleto de tópicos, exageraciones y de un constante abuso de lo que se supone una recreación del modo de hablar popular de los sevillanos. Las caricaturas que ilustraban el cuento, realizadas por el dibujante malagueño Francisco Sancha Lengo "Sancha", tampoco ayudaban mucho a salir de los estereotipos.
El tópico utilizado por el escritor es de los clásicos: la supuesta aversión de los gitanos a la Guardia Civil. El autor parodia -como ya vimos que hizo años antes Muñoz y Pabón- un cabildo de oficiales de la hermandad, haciendo sus chistes a costa de las penurias económicas de la corporación. Ante la imposibilidad de afrontar los gastos de una banda de música, una comisión de hermanos se decide a acudir a solicitar la mediación de D. Carlos de Borbón y Borbón, Infante de España, quien desde 1921 estaba destinado como Capitán General de la región militar. Al final, ante el estupor de los hermanos, el Infante consigue el acompañamiento de una muy particular banda de cornetas y tambores, la de la Guardia Civil. Pero no hagamos eso que los chavales llaman hoy un "spoiler" y pasemos a leer el sainetesco relato.
Pérez Fernández, colaborador del más afamado escritor Pedro Muñoz Seca, fue con éste uno de los creadores de ese género teatral cómico llamado la astracanada, tan de moda en esa época, y en el que se perseguía la risa a costa de recursos fáciles, situaciones disparatadas y la subversión del lenguaje. El cuento que hoy traemos no es una excepción en la obra de este autor, y está repleto de tópicos, exageraciones y de un constante abuso de lo que se supone una recreación del modo de hablar popular de los sevillanos. Las caricaturas que ilustraban el cuento, realizadas por el dibujante malagueño Francisco Sancha Lengo "Sancha", tampoco ayudaban mucho a salir de los estereotipos.
El tópico utilizado por el escritor es de los clásicos: la supuesta aversión de los gitanos a la Guardia Civil. El autor parodia -como ya vimos que hizo años antes Muñoz y Pabón- un cabildo de oficiales de la hermandad, haciendo sus chistes a costa de las penurias económicas de la corporación. Ante la imposibilidad de afrontar los gastos de una banda de música, una comisión de hermanos se decide a acudir a solicitar la mediación de D. Carlos de Borbón y Borbón, Infante de España, quien desde 1921 estaba destinado como Capitán General de la región militar. Al final, ante el estupor de los hermanos, el Infante consigue el acompañamiento de una muy particular banda de cornetas y tambores, la de la Guardia Civil. Pero no hagamos eso que los chavales llaman hoy un "spoiler" y pasemos a leer el sainetesco relato.
Cuento
anecdótico.
UNA VISITA AL INFANTE
Bajo
la clara luna del Parasceve desfilan por las calles de la Ciudad de la Gracia
las Cofradías de madrugada. Es la primera la aristocrática del Silencio; van
tras ella la devota, la magnífica del Gran Poder; la espléndida, la alegre de
la Macarena; la grave, la solemne del Calvario; la radiante, la bulliciosa de
la Esperanza de Triana, y, finalmente, la modestísima, la cenicienta: la de
Nuestro Padre Jesús de la Salud y Nuestra Señora de las Angustias, conocida
vulgarmente por la de los gitanos.
Humilde
y pobre es esta Hermandad, pero está formada por veinte o treinta gitanos leales
que no dejarían de sacar sus pasos a la pública contemplación aunque se jundiera
er firmamento mundo.
Y no
es cosa de poco lo que le cuesta salir a una Cofradía:
—Ponga usté la cera, que no la dan de barde ni está barata; ponga usté lo que hay que apoquiná a los costaleros, capatases, sancristanes, curas y monacillos; ponga usté las flores, que no van a di Nuestro Pare Jesú y su Santísima Madre, sin su güen ciento de claveles y lirios Él, y sus rosas y marnolias Ella; ponga usté, que hay que ponerlo también, porque tos son gastos, la tiza o la marnesia pa limpia los varales der palio y las insirnias; no se deje usté en er tintero dies o dose duros que se van sin sabe cómo, entre clavos, porpurina pa retoca los canastos y otras menuensias, y no quiero desirle na de la porra de pesetas que se llevan los músicos, porque, ¡eso no!, saca a Nuestro Pare Jesú sin música detrás pa que lo anime a El y nos anime a nosotros, eso ¡enjamá de los jamases! ¡Por si es con música y to y armando ruío, que se le encarga ar de los platillos que atise duro y con ange, y no nos hase caso la mita e la gente!
— ¡...!
—No, señó; en cuanti pasa, que pasa, la Esperansa de Triana, como ya es mu tarde, ¿sabe usté?, se alevanta to er mundo de las sillas, se quean los barcones vasíos, se van despoblando las calles y, cuando pasamos nosotros, no vemos más que espardas por tos laos.
—¿...?
—Probes que semos, seño, y eso es peó que se hijo de guardia civí.
—Pero ¿por qué le tienen ustedes tanto horror al benemérito Cuerpo?
—¡Calle usté, cristiano! ¿Nosotros?
—Yo creo que los guardias civiles...
—¿Vamo a no menta a los civiles? ¡Ea, pos vamo a no mentarlos, que eso tiene mucho arate!
—Ponga usté la cera, que no la dan de barde ni está barata; ponga usté lo que hay que apoquiná a los costaleros, capatases, sancristanes, curas y monacillos; ponga usté las flores, que no van a di Nuestro Pare Jesú y su Santísima Madre, sin su güen ciento de claveles y lirios Él, y sus rosas y marnolias Ella; ponga usté, que hay que ponerlo también, porque tos son gastos, la tiza o la marnesia pa limpia los varales der palio y las insirnias; no se deje usté en er tintero dies o dose duros que se van sin sabe cómo, entre clavos, porpurina pa retoca los canastos y otras menuensias, y no quiero desirle na de la porra de pesetas que se llevan los músicos, porque, ¡eso no!, saca a Nuestro Pare Jesú sin música detrás pa que lo anime a El y nos anime a nosotros, eso ¡enjamá de los jamases! ¡Por si es con música y to y armando ruío, que se le encarga ar de los platillos que atise duro y con ange, y no nos hase caso la mita e la gente!
— ¡...!
—No, señó; en cuanti pasa, que pasa, la Esperansa de Triana, como ya es mu tarde, ¿sabe usté?, se alevanta to er mundo de las sillas, se quean los barcones vasíos, se van despoblando las calles y, cuando pasamos nosotros, no vemos más que espardas por tos laos.
—¿...?
—Probes que semos, seño, y eso es peó que se hijo de guardia civí.
—Pero ¿por qué le tienen ustedes tanto horror al benemérito Cuerpo?
—¡Calle usté, cristiano! ¿Nosotros?
—Yo creo que los guardias civiles...
—¿Vamo a no menta a los civiles? ¡Ea, pos vamo a no mentarlos, que eso tiene mucho arate!
_____________
Se
reunió el Cabildo de la Cofradía para aprobación de cuentas y discusión de proposiciones
sobre los medios de arbitrar recursos.
—S'ha menesté pagá la cera del año pasao.
—¿Y qué se hase con la del antipasao y la del anti-antipasao?
—Hombre, lo pasao, pasao. ¡No vamo a está hablando siempre de lo mismo! ¿Sé aprueba?.
—Aprobao.
—Pos entonses se le hase ar cerero un resibo en globo de la cera que semos en debe y que nos fíe la de este año. ¿Semos de fiá o no semos de fiá?
—Eso ni se pregunta. Aquí semos tos personas desentes.
—Compadre, arto er carro, que eso tiene que se por votasión, porque hay que hasé las cosas sujetándose ar reglamento. ¿Se aprueba que semos de fiá?
—¡Se aprueba!
—Aprobao.
—Pues entonces, presupuesto que hay un devoto que ha ofresío paga a los costaleros con más un piquíllo que se pué invertí en flores...
—Un voto de grasia pa er devoto.
—Se aprueba er voto pa er devoto; pero dejarme hablá. Como er devoto, que yo sé quién es, no va a cumplí, ni que desí tiene que tamién hay que dejá a debé este año las flores y los costaleros.
—Eso está en el orden.
—¿Se aprueba?
—¡Aprobao!
—Güeno; pos dejando a debé, como siempre, los gastos menúos, y pasando ar debe y ya se pagará lo de los capatases, los gastos de la parroquia y lo que ha costao er quinario, que por argo s'ha aprobao que semos de fia...
—¡Aprobao, aprobao!
—...Pues ya sólo farta er parné pa la música. Son tres mil reales, que hay que busca como sea.
—¿Y a quién le sacamos ese dinero?
—Ár que se deje. ¡To menos que sarga Nuestro Pare Jesú sin charanga. ¿Se aprueba?
—¡Aprobao!
—Pos no habiendo más asuntos de qué trata...
—Pido la palabra: ¡Viva Nuestro Padre Jesús de la Salú!
—¡Vivaaaaa... !
—Se levanta la sesión.
—S'ha menesté pagá la cera del año pasao.
—¿Y qué se hase con la del antipasao y la del anti-antipasao?
—Hombre, lo pasao, pasao. ¡No vamo a está hablando siempre de lo mismo! ¿Sé aprueba?.
—Aprobao.
—Pos entonses se le hase ar cerero un resibo en globo de la cera que semos en debe y que nos fíe la de este año. ¿Semos de fiá o no semos de fiá?
—Eso ni se pregunta. Aquí semos tos personas desentes.
—Compadre, arto er carro, que eso tiene que se por votasión, porque hay que hasé las cosas sujetándose ar reglamento. ¿Se aprueba que semos de fiá?
—¡Se aprueba!
—Aprobao.
—Pues entonces, presupuesto que hay un devoto que ha ofresío paga a los costaleros con más un piquíllo que se pué invertí en flores...
—Un voto de grasia pa er devoto.
—Se aprueba er voto pa er devoto; pero dejarme hablá. Como er devoto, que yo sé quién es, no va a cumplí, ni que desí tiene que tamién hay que dejá a debé este año las flores y los costaleros.
—Eso está en el orden.
—¿Se aprueba?
—¡Aprobao!
—Güeno; pos dejando a debé, como siempre, los gastos menúos, y pasando ar debe y ya se pagará lo de los capatases, los gastos de la parroquia y lo que ha costao er quinario, que por argo s'ha aprobao que semos de fia...
—¡Aprobao, aprobao!
—...Pues ya sólo farta er parné pa la música. Son tres mil reales, que hay que busca como sea.
—¿Y a quién le sacamos ese dinero?
—Ár que se deje. ¡To menos que sarga Nuestro Pare Jesú sin charanga. ¿Se aprueba?
—¡Aprobao!
—Pos no habiendo más asuntos de qué trata...
—Pido la palabra: ¡Viva Nuestro Padre Jesús de la Salú!
—¡Vivaaaaa... !
—Se levanta la sesión.
_____________
—No
hay cosa como la de reunirse en cabirdo pa arreglá lo que sea. Ya veis qué pronto
s'ha solusionao to.
—To menos lo de la música, porque los músicos no soplan ni pa apagá un misto si no se les lleva er dinero por delante.
—Eso lo vamos a sorventá tú y yo y éste: con tres que vayamos es bastante, porque mientras menos burtos más clariá.
—¿Y dónde vamos a dí?
—A ve al infante don Carlos.
—¡Cristiano!
—¡Menos aspavientos, compadre! El infante don Carlos ¿no es er capitán generá de Sevilla? ¿Pos sí él no tiene mando pa manda que a Nuestro Pare Jesú le toque ar fiao la banda de un regimiento, qué mando tiene?
—¿Y va a queré?
—Con palabritas de mieles se consigue to. Vamos andando.
—¡Ya estarnos allí!
—Oiga usté, señó comandante ayuante, premita Dio que pa esta feria lo veamos a usté vestío de brigadié, ¿querrá el infante don Carlos resibí a la Mesa de la Cofradía de los gitanos?
—Esperen un momento. Voy a ver...
—¡Nos resibe, hombre; nos resibe! ¡Si es asúcar cande este infante de España! No hay más que verlo con la simpatía que va a pie por las calles, metiéndose en toas las bullas y saluando a troche y moche, que debe gorvé a su casa con el braso tronchao.
—¿Pos dónde me deja usté a su mujé? ¿Ha visto usté en su vía una rea señora más llana, más fina v con más salero que ella?
—Pos to eso es lo que se ve, que lo que no se ve es toavía más grande. Aquí en palasio hay una donsella que es media parienta mía, y esa me ha dicho -¡cuidiao, que esto no sarga de aquí!- que en su vida partícula es donde hay que ve los sensillos que son los infantes, ¡Como que s'acuestan sin ponerse la corona ni na!
—To menos lo de la música, porque los músicos no soplan ni pa apagá un misto si no se les lleva er dinero por delante.
—Eso lo vamos a sorventá tú y yo y éste: con tres que vayamos es bastante, porque mientras menos burtos más clariá.
—¿Y dónde vamos a dí?
—A ve al infante don Carlos.
—¡Cristiano!
—¡Menos aspavientos, compadre! El infante don Carlos ¿no es er capitán generá de Sevilla? ¿Pos sí él no tiene mando pa manda que a Nuestro Pare Jesú le toque ar fiao la banda de un regimiento, qué mando tiene?
—¿Y va a queré?
—Con palabritas de mieles se consigue to. Vamos andando.
—¡Ya estarnos allí!
—Oiga usté, señó comandante ayuante, premita Dio que pa esta feria lo veamos a usté vestío de brigadié, ¿querrá el infante don Carlos resibí a la Mesa de la Cofradía de los gitanos?
—Esperen un momento. Voy a ver...
—¡Nos resibe, hombre; nos resibe! ¡Si es asúcar cande este infante de España! No hay más que verlo con la simpatía que va a pie por las calles, metiéndose en toas las bullas y saluando a troche y moche, que debe gorvé a su casa con el braso tronchao.
—¿Pos dónde me deja usté a su mujé? ¿Ha visto usté en su vía una rea señora más llana, más fina v con más salero que ella?
—Pos to eso es lo que se ve, que lo que no se ve es toavía más grande. Aquí en palasio hay una donsella que es media parienta mía, y esa me ha dicho -¡cuidiao, que esto no sarga de aquí!- que en su vida partícula es donde hay que ve los sensillos que son los infantes, ¡Como que s'acuestan sin ponerse la corona ni na!
_____________
—Pasen ustedes. El señor les aguarda.
—Con la venia.
—Beso la mano.
—Alabado sea er Santísimo Sacramento del Artá...
—Adelante, adelante, señores. ¿En qué puedo servirles?
—Nosotros semos...
—¡Ya, ya! Hermanos de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús de la Salud y Nuestra Señora de las Angustias. La de los gitanos.
—Cabalito. Pues aquí venimos, don Carlos de mi arma, a contarle a usté nuestra tribulasión.
—¿Qué es ello?
—Pos que no vamo a poé saca a Nuestro Pare Jesú este Viernes Santo. ¿Le parese a usté poco?
—Ah, no; eso tiene que arreglarse. ¿Cómo va a haber Semana Santa en Sevilla sin que salga la Cofradía de los gitanos?
—¡Ole ahí, y cómo chanela su ilustrísima!
—¡Viva usté mil años, don Carlos! ¿Qué don Carlos? ¡San don Carlos !
—Uno solo. Que hable uno solo.
—Yo mismito. Mire usté. Su Artesa; saca a Nuestro Pare Jesú poemos sacarlo, pero va a sé sin música, porque no hay parné; y como sacarlo sin música es lo mismo que no sacarlo, pos más vale que no lo saquemos.
—¿Y qué tengo yo que hacer?
—¡Lo que usté quiera! Con que Su Artesa Reá mueva un deíto, ya están toas las bandas de música de Sevilla tocándole de barde a Nuestro Pare Jesú. ¡Y cuánto se lo va a agradesé! ¿Usté no ha reparao cómo se alegra su semblante divino cuando le van tocando las cornetas y los tambores? ¡Es otro!
—¡Por las espinas de su corona! ¡Haga usté un poé, don Carlos!
—Esperen. Telefonearé a los regimientos y veremos qué banda hay disponible.
—¡ Dios se lo pague !
—…..
—¿Regimiento de Granada…?
—…..
—¿Sale la banda de música el Viernes Santo de madrugada?
—…..
—¿En la Macarena ? Bien, bien.
—…..
—¿Regimiento de Soria... ?
—…..
—¿Tienen ustedes contratada la banda para la madrugada del Viernes Santo?
—¿En la Macarena ? Bien, bien.
—…..
—¿Regimiento de Soria... ?
—…..
—¿Tienen ustedes contratada la banda para la madrugada del Viernes Santo?
—…..
—¿En Triana ? Bien, bien.
—¡La Banda Munisipá, don Carlos; hable usté con el arcarde!
—No. Intentaremos antes... Creo que es el número 33042... Sí... Ya está.
—…..
—Oigan, oigan. Aquí el infante. ¿Esa banda de cornetas tiene contrato para el Viernes Santo de madrugada?
—…..
—¿No? Pues oiga: dígale al coronel que queda a mis órdenes.
—¿Ya, don Carlos?
—¡Ya, hombre, ya! Todo tiene arreglo en este mundo. No es banda de música: es sólo de tambores y cornetas. Pero algo es algo.
—Sí, señor; sí, señor.
—Y, sobre todo, ¡para lo que les va a costar a ustedes...!
—¡Es usté un santo ! ¡Deje usté que le besemos la mano!
—No, gracias, gracias.
—Y diga usté: ¿de qué regimiento es?
—Pues va a acompañar a Nuestro Padre Jesús nada menos que la banda de cornetas y tambores de la Guardia civil.
—¿De la Guardia civil? No; déjelo usté. Que no se molesten. ¡Lo sacaremos sirbando!
—¿En Triana ? Bien, bien.
—¡La Banda Munisipá, don Carlos; hable usté con el arcarde!
—No. Intentaremos antes... Creo que es el número 33042... Sí... Ya está.
—…..
—Oigan, oigan. Aquí el infante. ¿Esa banda de cornetas tiene contrato para el Viernes Santo de madrugada?
—…..
—¿No? Pues oiga: dígale al coronel que queda a mis órdenes.
—¿Ya, don Carlos?
—¡Ya, hombre, ya! Todo tiene arreglo en este mundo. No es banda de música: es sólo de tambores y cornetas. Pero algo es algo.
—Sí, señor; sí, señor.
—Y, sobre todo, ¡para lo que les va a costar a ustedes...!
—¡Es usté un santo ! ¡Deje usté que le besemos la mano!
—No, gracias, gracias.
—Y diga usté: ¿de qué regimiento es?
—Pues va a acompañar a Nuestro Padre Jesús nada menos que la banda de cornetas y tambores de la Guardia civil.
—¿De la Guardia civil? No; déjelo usté. Que no se molesten. ¡Lo sacaremos sirbando!