Dedicado con mis oraciones a Carolina, una joven que
necesita en estos momentos de la Salud que Tú repartes.
Hará cuestión de unos meses estuve por primera vez en mi vida, junto al joven hermano Juan Carlos Vázquez, en la Fototeca Municipal. Ya sé que alguien como yo, aficionado a indagar en las cosas antiguas de la hermandad debería de haberla visitado mucho antes, pero bueno... confieso que uno guarda sus supersticiones. Tiene la Hemeroteca y Fototeca Municipal su entrada abierta en la esquina de la calle Almirante Apodaca con Alhóndiga, justo bajo ese reloj de los antiguos juzgados que marca las horas del viejo barrio de Santa Catalina, y ese reloj y yo tenemos nuestras diferencias.
En aquel edificio de los antiguos juzgados echó buena parte de su vida mi padre que en paz descanse, pues allí trabajó como funcionario de justicia hasta que los mandaron al Prado de San Sebastián, y tengo como un lejano recuerdo infantil llegar allí a buscarlo con mi madre, a la salida de su jornada laboral. Si no se hallaba ya en el trabajo, tampoco era muy difícil encontrarlo. Sólo había que subir por los Terceros y por la vieja calle Sol hasta San Román. Andaba por su hermandad, a la que dedicó igualmente buena parte de sus esfuerzos cotidianos.
El caso es que ese reloj y yo no somos buenos amigos por una historia familiar. Una vez -no se la fecha exacta, años cincuenta o sesenta del pasado siglo- se rompieron las cuerdas que sujetaban su contrapeso, y éste atravesó las plantas del edificio como un misil, dándose la circunstancia de que mi padre se salvó de que le cayera encima de puro milagro. Unos minutos antes había estado el hombre apoyado en la mesa de un compañero, despachando algo con éste. Cuando volvía a la suya escuchó el estruendo, se volvió, y entre la polvareda encontró un agujero en el mismo lugar donde él había estado. Quedó mi padre tan impresionado que al día siguiente tomó unas fotos del enorme boquete y del contrapeso destrozado en la planta baja, fotos que aún andan por casa y que estoy por regalar a la Fototeca.
Pero en fin, dejando ya esta disgresión, Juan Carlos Vázquez Alejo, el más curioso lector de este blog, y al que ando convenciendo para que participe en él aportando también alguna de sus indagaciones, me invitó a hacer una visita juntos a la Fototeca, a ver las fotos del archivo Serrano dedicadas a nuestra cofradía, y allí que nos plantamos una mañana, desafiando yo al temible reloj. Solicitamos copia digital de algunas de ellas, las menos conocidas, y precisamente hoy os voy a traer a estas páginas una que yo al menos desconocía totalmente y que me llamó muchísimo la atención. Es una foto que Juan José Serrano tomó al Señor de la Salud entrando en la plaza de la Campana a principios de los años cuarenta.
El Señor de la Salud en la plaza de la Campana. Foto de Juan José Serrano. Fototeca Municipal de Sevilla |
El paisaje urbano está hoy muy cambiado, especialmente al fondo, donde se ve una plaza del Duque en la que aún no había entrado la piqueta. Sí que se conserva gracias a Dios el edificio regionalista de José Gómez Millán que hace esquina entre ambas plazas, en cuyo bajo, donde hoy está el Banco Popular, vemos un establecimiento de la casa Kodak, y justo al lado la sombrerería de Padilla Crespo, con su famoso slogan "artículo español, jornal para los nuestros", al que el periodista Antonio Burgos dedicó un recuadro. El hecho de que la foto esté hecha con la claridad del día tampoco es de extrañar. En aquella época se pasaba dos veces por la plaza de la Campana. Una a la ida, llegando desde el Duque, y otra más tarde a la vuelta, regresando desde Tetuán y O'Donnell (1).
Se observa al Señor con la cruz desnuda, sin cantoneras, sobre aquel humilde paso que estrenó en 1941 y que la guasa sevillana bautizó como "La cómoda". No era nuevo el mote. Idéntico apodo lo utilizaron para unas andas que el mismo carpintero que realizó estas, D. Manuel Casana, construyó un par de años antes para la Borriquita, pero en nuestro caso el sarcasmo era especialmente doloroso. El Señor de la Salud venía procesionando desde su hechura en 1938 en el paso de Nuestro Padre Jesús de las Penas, de la Hermandad de San Roque, que había perdido como nosotros a sus sagrados titulares en la guerra, pero que conservó su paso por hallarse fuera de la parroquia, en un almacén. La cofradía de la Puerta de Carmona, quizás recordando como en sus primeras salidas procesionales a principios del siglo XX recibió el apoyo de la nuestra, que les había prestado el paso (2), tuvo a bien hacer esta cesión durante unos años, pero ya en 1941 era hora de que la Hermandad de los Gitanos buscara la forma de hacerse con unas andas en propiedad ¿Pero cómo? La pobreza de la hermandad en esos "años del hambre", tras la guerra, era extrema, y los pocos recursos económicos que se conseguían estaban ya comprometidos para el pago del nuevo palio de la Virgen, que se había contratado antes del alevoso incendio del 36, en el que se perdió prácticamente todo.
Dos buenos "bienhechores", como entonces se llamaba a las personas que no eran de etnia gitana pero estaban vinculadas a nuestra corporación, vinieron a resolver esta situación. Uno el propio Manuel Casana Gómez, que aportó gratuitamente la mano de obra de su talleres de carpintería de las calles Castellar y Santo Domingo. El otro, Manuel Cira Benítez, industrial de la calle Bustos Tavera, que costeó los materiales (3). En un tiempo record, poco más de quince días, se construyó este paso en madera de haya, charolada muy oscura, para imitar a la caoba, y con unas líneas rectas que sólo rompían unos sencillos junquillos y algún que otro aplique. Todo rematado por unos humildes faroles de fuste salomónico. De candelabros, que es lo que había utilizado la cofradía toda la vida de Dios, mejor olvidarse. No había para más.
Contaba el escritor y periodista Manuel Barrios que allí en la Campana, por aquella época, cantó José Torres Garzón, "Pepe Pinto", la que el propio artista consideraba la mejor saeta de su vida. Pepe Pinto y su señora, Pastora Pavón "La Niña de los Peines", tenían un conocido
establecimiento sólo a unos metros por delante de donde aparece el Señor de
la Salud en la fotografía de Serrano. En una entrevista realizada por Barrios al cantaor, éste explicaba lo sucedido (4):
"Habíamos cantado Pastora y yo toda la madrugada. Las claras del día y, ya de recogida, en la plaza del Duque, vimos venir al Señor de los Gitanos. Venía tan pobre aquel año que, sin poderlo remediar, me puse frente a Él y le dije:
"Habíamos cantado Pastora y yo toda la madrugada. Las claras del día y, ya de recogida, en la plaza del Duque, vimos venir al Señor de los Gitanos. Venía tan pobre aquel año que, sin poderlo remediar, me puse frente a Él y le dije:
Pobre, no tienes bienes ninguno.
Yo, de corazón te pío,
Tú que tanto podé tienes,
sólo salú, Pare mío,
pa verte el año que viene"
La verdad es que viendo esta vieja estampa, con toda la pobreza que refleja y a la que la hermandad supo sobreponerse, uno no tiene más remedio que exclamar como el cantaor ¡Qué poder tienes y que grande eres Padre mío!
1. Es precisamente a partir de un desordenado regreso por Tetuán en la semana santa de 1942, en pleno auge del nacionalcatolicismo, cuando se castiga a la cofradía con el nombramiento de una gestora, se le impone una multa de mil pesetas -importante cantidad que significaba más o menos lo que se cobraba por la subvención municipal- y se le obliga a dejar de regresar por esta calle en años sucesivos. Decreto del Vicario General del Arzobispado de 16 de septiembre de 1942.
2. Nuestra hermandad prestó a la de San Roque el paso que había adquirido poco antes a la del Valle. Sobre él procesionó Nuestro Padre Jesús de las Penas entre 1902 y 1912.
3. Recuerdo que de Manuel Casana se conservaba en la secretaría de la hermandad su hojilla de inscripción como "hermano protector", y aparece en el listado de estos en el libro de 1949. De Manuel Cira Benítez, que murió en 1948, poco se conserva.
4. BARRIOS GUTIERREZ, Manuel. "Ese difícil mundo del flamenco". Publicaciones de la Universidad de Sevilla. 1972. Pag.52.
No conocía el blog, pero el artículo presente me ha llevado a otros que me parecen estupendos. ¡Enhorabuena!
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