sábado, 1 de abril de 2017

MUÑOZ Y PABÓN, DE MADRUGADA



Hay una especie de racismo, pretendidamente más amable, que se manifiesta en el tono condescendiente, en el chiste o la supuesta gracieta a costa del que es diferente. Es el que observamos en algunas películas americanas, donde con frecuencia el negro es el personaje cómico a ridiculizar. La etnia gitana también lo ha sufrido en nuestro país, e incluso cabe decir, por lo que vemos en algunos programas de televisión, que lo sigue sufriendo.

La Hermandad de los Gitanos tampoco se ha salvado de ese trato injusto. Me acuerdo siempre al respecto de una anécdota que contaba mi padre ocurrida allá por los años sesenta, una mañana de Jueves Santo en San Román. Unas señoras muy encopetadas observaban de cerca el paso de la Santísima Virgen, ya montado para su salida, y parecían reírse mucho. Mi padre, que las observaba, se acercó a escuchar que les parecía tan chistoso.

- Mira que graciosos los gitanitos –le decía una a otra- ¡El golpe de lazo rojo que le han puesto a la Virgen en el pecherín! ¿Y eso dorado que cuelga del lazo? ¿Lo habrán sacado del serrín? –decía la buena señora refiriéndose con esto a las baratijas que se sacaban en la feria escondidas entre serrín como una atracción más.

- Estará usted tomándole el pelo a su amiga ¿no, señora? Usted, con su categoría, no puede desconocer que eso no viene del serrín, que es el Toisón de Oro del difunto señor Duque de Alba –terció mi padre en la conversación sin poder callarse más.

Viene todo esto a cuento de que hoy vamos a colgar aquí un artículo periodístico de Muñoz y Pabón que no agradó mucho en la Hermandad, precisamente por emplear ese tono del que venimos hablando.

El canónigo y escritor D. Juan Francisco Muñoz y Pabón (Hinojos, 1866 - Sevilla, 1920),  publicó una serie de relatos en el periódico madrileño El Debate, que luego recogió en un libro titulado “En el Cielo de la Tierra” (1918). Una de estas “siluetas”, como él las denominaba, la dedicó a la Hermandad de Los Gitanos, y en ella, con un costumbrismo exagerado, lleno de tópicos y rayano en el clasismo, pretendió retratar un cabildo de la cofradía, precisamente aquel en el que se acordaba la primera salida procesional desde San Román, tras décadas sin que la corporación pudiera realizarla. Cuenta el cánonigo que había tenido conocimiento de dicha reunión a través de su sobrino, el también sacerdote D. Antonio Ruiz de Vargas y Muñoz, Párroco de San Román y Santa Catalina, aunque éste ocupó dicho cargo con posterioridad a 1891, que es cuando se debió de celebrar este cabildo de salida. La “silueta” tiene pues poca verosimilitud histórica y habría que entender esta referencia como una licencia literaria. Después de todo Muñoz y Pabón utiliza todos los recursos posibles para hacer su gracia, parodiando a aquellos hermanos en sus expresiones y utilizando un tono de superioridad para nada apropiado, pero que supongo que sería muy del gusto de la buena sociedad de la época con la que el canónigo se relacionaba y a la que parece que se dirige.


Juan Francisco Muñoz y Pabón



Sí que cuenta después un suceso acontecido a las puertas de la catedral que parece que efectivamente ocurrió, y que tuvo como protagonista a D. Jerónimo Álvarez Troya, el Provisor del arzobispado, tío del cofrade del Calvario D. Jerónimo Gil Álvarez, que tanto tuvieron que ver en el orden procesional de la madrugada sevillana. Resulta paradójico que la persona responsable de que la cofradía ocupara contra todo derecho el último lugar en la nómina, fuera precisamente la que pretendiera negarle el acceso a la catedral por llegar tarde. Al paso que vamos, y con el retraso en los horarios de la madrugada, no sería extraño que la escena se volviera a repetir.

Me he pensado mucho si cabía colgar este artículo en este blog dedicado a la historia de la Hermandad. El Boletín de las Cofradías de Sevilla lo publicó en su número de Diciembre de 1964, y las personas que entonces llevaban el gobierno de la Hermandad –entre ellos mi padre- se lo tomaron muy malamente, dirigiendo un escrito de quejas a su Director, que en el número siguiente se retractaba publicando otro artículo titulado “La verdad sobre los gitanos”.

Como hay que ser justo, y no cabe tampoco juzgar con una mentalidad actual las de otras épocas, en descargo de Muñoz y Pabón cabría decir que defendió con su pluma que el funeral de Joselito el Gallo se celebrara en la catedral, en contra de una parte de esa buena sociedad de la que hemos hablado, escandalizada por el hecho de que un torero, y encima gitano, recibiera a su muerte tales honores.

Aquí queda pues la silueta de Muñoz y Pabón, aunque sólo sea como ejemplo de ese tratamiento injusto que tantas veces ha recibido la Hermandad y sobre todo las personas componentes de la etnia que la fundó.

 
De Madrugada

- Hace frío, ¿verdad?
- Me parece que las tres de la madrugada no es hora como para coger ninguna insolación... Embózate bien, y vayámonos hacia la Catedral, y nos encontraremos dentro de ella con la Cofradía del Silencio; de seguida la del Gran Poder, luego la de la Macarena; detrás la del Calvario; la de las Tres Caídas, de San Jacinto, y por finiquito y remate la de los Gitanos, de San Román.
- Pero... ¿hay una Cofradía de gitanos?
- ¿Y por qué no? ¿No son hijos de Dios, como nosotros? ¡Que le toque un "castellano", como ellos nos llaman, a su Cristo de la Salud...! Ese es de ellos y para ellos; así los de la barriada de la Puerta Osario, como los de las Lumbreras de San Lorenzo, de la Cava de Triana..., ¡de dondequiera que haya un gitano neto, un "cañí ligítimo"!, viene un cofrade fervorosísimo -claro está, a su manera- del Santísimo Cristo de la Salud.
No les exijamos a los pobrecitos la corrección de formas, ni la piedad ilustrada de las Cofradías del centro de la ciudad, donde está todo lo más piadoso, con todo lo leído y escribido, lo aristocrático y lo "crema" de la población. Contentémonos con su fe ciega en "su Señó" y su amor en "su Vige".
Un Cabildo, que me contó mi sobrino, el párroco de San Román:
Reunidos los cofrades -no tienen libro de cuentas ni de actas... ¡nada!- el que hace de caporal, un gitano patriarca, grande como un profeta de los del monumento, negro como el hollín de su herrería y con la voz cascada y aguardentosa, ha tomado la palabra, para decir al compacto concurso, que se rasca la cabeza destocada, o le da una chupada a la colilla:
-¡Conque ustede diréi qué jacemo con ese hombre! ("Ese hombre" es el Jesús Nazareno, que desde luego no es considerado como "una mera imagen", desde que se le da el dictado de "ese hombre").
-¡¡Probecito!!, -sigue diciendo, con la voz entrecortada por la emoción.
-¡Una jarapá de año, sin vé la calle...! (¡La falta que le hará al Santo Cristo ver la calle!).
-De modo que era semenesté que mos echáramo un jierro en la cara, si era semenesté, y lo echáramo ogaño a la calle ar probecito… (Se conmueve, y llora).
(Varias voces al unísono):
-¡Mu bien que ha estao!
-¡Cabá!
-¡Prefetamente!
-¡Chipé!
-¡Mu regulá!
-Pero la cosa es -prosigue el orador- que no tenemos ¡naíta del mundo…! La Vige ¡sin tené que ponerse la probecita! Er manto tó espintao, ¡y no arrecuerga, ni ná!... ¡Y alospué la tapaera que se pone por encima, toa llena de bujeros…!
A lo que otro cofrade, procedente de la calle Conde Negro, salta y dice:
-Y tú, que tan güen bailaó has sío siempre, ¿no has oío la copla de siguirilla: Con un pañuelo branco que yo me pongo, titas las e mi barrio las abandono…? Po una Vige, como la nuestra no es semenesté ni güenos mantos, ni naíta en er mundo de lo que Dios crió... ¡Con subirse en er paso se las come a toas...! ¡Pero a toítas!
(Varias voces):
-¡Y que lo diga!
-¡Ajajá!
-¡Prefetamente!
-Entonce -pregunta el preopinante-, ¿salemo u no salemo... ?
(Todos).
-¡Que si salemo? iVaiga que si salemos! ¡Tuviá que vé!
Y salieron, y saliendo continúan, habiendo conseguido en pocos años y a fuerza de sacrificios inauditos –sacrificios que sólo explican la fe y el amor- sacar dos pasos decorosísimos, que no desdicen de las celebérrimas Cofradías de madrugada. Ya los verás.
Y nos sentamos en sendas sillas al pie del monumento.
-Por cierto que un año, en que llegaron a la Catedral, cuando iba ya a empezar el sermón de Pasión que se predica ahí en ese púlpito a las siete de la mañana, el Arcipreste entonces de la Catedral y Provisor del Arzobispado, D. Jerónimo Alvarez Troya, el hombre más cejijunto y áspero de carácter, al par que más hermoso de corazón y más cofradiero, por añadidura, que imaginarte puedas, salió a la puerta de San Miguel a atajarles el paso. Iba a empezar el sermón y el Cabildo tenía prohibida la entrada de Cofradías a aquella hora. ¡Lo sentía muchísmo!, pero no podía ser.
-Entonce, pare cura e mi arma, ¿mos vamo a queá sin vé er monumento y ¡sin que lo vea er Señó?
-¡Qué quiere usted...! ¡Han llegado tan tarde...!
-Pero si ha sío por mó de que se mos ha rompío un candelauro, y himos tenío que entablillarle un brazo como a una persona, anque en mala comparación ¡lo cuá que es emprestao, misté qué dijusto, sin comerlo ni beberlo!, y himos tenío que está parao mú cerquita de una hora en la Campana. ..! ¡Si no himos podío, santo señó!
-Pues es imposible!
-Es que si hay que pagá argo, ¡Se paga, y santas pascua!
-¡Qué pagar, ni pagar...! Es que el Cabildo lo tiene prohibido, y los acuerdos capitulares hay que cumplirlos, caiga el que caiga.
-¿De moo que no?
- ¡No,señor!... 
El gitano dió media vuelta. y con la voz entrecortada por el llanto y el antifaz del capirote mojado en lágrimas, se dirigió a la Sagrada Imagen, para decirle con un dolor sin medida:
- ¡Ay Parecito de mi arma…! ¡¡Qué esgraciaito ere…!! ¡¡Que ni en tu casa te admiten!!
Aquel lamento del alma, donde iba toda la fe y todo el amor y hasta toda la compasión hacia Jesucristo, que cabe en el corazón de un redimido, fue un mordisco en las entrañas de caridad del bueno de D. Jerónimo. Y, sorbiéndose las lágrimas en que los ojos se le arrasaron, y "haciendo más pucheros" que en Triana, cogió a nuestro gitano por el brazo, y díjole en un arranque de los suyos:
-¡Pase usted, amigo…! Pero volando, que va a empezar el sermón...
¡Dime si no es tan respetable la Cofradía de los Gitanos, que creen y aman, como las de los que hacen lo mismo, sólo con buenas formas…!

                                                                                Juan F. Muñoz y Pabón


Una curiosa postal de una entrada de la cofradía en San Román a principios del siglo XX, con las puertas del templo aún cerradas ¿Se habría quedado dormido el sobrino de Muñoz y Pabón?